La aparición de Luciano es fruto de la lucha popular.

CORREPI
17.Oct.14    Novedades

Apareció el cuerpo de Luciano Arruga. No sorprende la cantidad de años que pasaron desde su desaparición. Tampoco sorprende que nos cuenten el cuento del accidente de tránsito o nos quieran convencer que si estuvo casi 6 años enterrado como NN en un cementerio público, tras haber pasado por un hospital público y con la bendición de un juez nacional que archivó la causa, fue por “errores administrativos” o “irregularidades”.

Sabemos que a Luciano la policía lo tenía marcado desde hacía tiempo, que lo venía hostigando para que saliera a robar y que él se negaba. Que se lo llevaban detenido para torturarlo por su negativa a agachar la cabeza. Esa realidad es la misma que viven miles de pibes todos los días en los barrios; una realidad que, desde 1983 hasta hoy, se cobró más de 4.200 vidas de pibes a través del gatillo fácil y las torturas en lugares de detención. Entre ellos, más de 200 están desaparecidos. Luciano es uno de ellos. El gatillo fácil, la tortura, las detenciones arbitrarias y el verdugueo constante son las herramientas con las que el aparato represivo estatal impone el orden y el disciplinamiento, para garantizar el control social en los barrios. De esos más de 200 desaparecidos, pocos lograron, como Luciano, trascender el cerco mediático. En todos los casos fue gracias a la lucha de las organizaciones populares. Haber encontrado el cuerpo de Luciano también es una victoria de la lucha popular.

Nada de lo sucedido con Luciano nos sorprende, porque pasaron 17 años antes de que la instalación de cloacas en los suburbios de un pueblo cordobés descubriera el cuerpito de Alejandro Flores, el nene de 5 años atropellado por un patrullero y enterrado por los policías. Porque a Emilio Blanco, de 17 años, lo mataron a golpes y con la “bolsita” en la comisaría de Chascomús en 1997, y tiraron el cuerpo a las vías para que pareciera un accidente; o porque unos años antes, en Salta, el platense Diego Rodríguez Laguens, murió en la tortura en la comisaría, y los policías lo arrojaron en la ruta para que los camiones le pasaran por encima. Después, lo enterraron como NN, igual que Facundo Rivera Alegre, “el Rubio del Pasaje”, desaparecido en Córdoba en 2012, hasta que se encontró lo que quedaba de él en la sala crematoria del cementerio de San Vicente. Porque seguimos buscando a Daniel Solano, a Julio López, a Iván Torres, a Marita Verón, a Martín Basualdo, a Diego Duarte, a centenares más, y desde hace una semana, a Lucas Fernando Díaz.

En cualquier sociedad donde reinen el privilegio y la desigualdad es necesaria la represión. En cualquier sociedad con ricos y pobres es necesario que haya un opresor y un oprimido. Y en cualquier sociedad que se sostenga de este modo será igualmente necesaria la organización y la lucha popular, para que no haya más pibes como Luciano y para seguir peleando por los 200 desaparecidos en democracia.