Lanata y la fábrica de polaquitos

CORREPI
20.Jul.17    Novedades

“Me fui de Página/12 porque se vendió a Clarín”. Lo dijo Jorge Lanata a mediados de los ’90, cuando dejo el diario que él mismo había fundado en 1987.

Más de 20 años después esa explicación, en la voz del mismo periodista, no tendría ningún tipo de congruencia con la realidad.
El domingo Jorge Lanata presentó junto con Rolando Barbano (jefe de la sección Policiales del diario Clarín) un informe titulado “Infancias robadas”. Barbano empieza entrevistando a la directora del jardín de infantes n°14 de Villa Caraza, que relata cómo algunas personas entraron a robar al lugar y lo dejaron destrozado.
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El robo funciona como introducción al plato fuerte del informe: “La policía asegura que el robo al jardín lo cometió un nene de 12 años”, explica Barbano. La voz en off de Lanata agrega “El Polaquito, que mantiene aterrorizado al barrio de Villa Caraza”.

Lo que sigue es totalmente revelador en muchos niveles e incluye un patrullero de fondo; un nene de 11 años que roba, se droga y mata; y un periodista que da cátedra acerca de dirigir las preguntas hacia un solo lugar, la necesidad de la baja de imputabilidad.
El informe de Periodismo Para Todos no se presenta de cualquier manera ni de forma aleatoria, mucho menos inocente, sino que pretende mostrarse como un ejercicio en donde se muestra la realidad. Este tipo de periodismo realidad reúne elementos que generan la sensación de ser radiografías de lo que sucede en la actualidad, para llegar a eso los elementos en los que se apoyan son, por lo general, el periodista y la cámara en la calle; enfoques de cámara que parecen poco cuidados, movidos, casi como si la cámara estuviera escondida, cuando no oculta; un sonido casi deficiente, consecuencia de la “improvisación”, que obliga a poner subtítulos; entrevistas a “personas comunes” donde los temas versan sobre lo que ocurre todos los días; en definitiva pareciera que cualquiera que tenga un celular a mano puede construir un producto como ese, no es necesario contar con productores, camarógrafos, conocimientos y periodistas.

Y si está al alcance de todos, ¿Por qué mentir? ¿Cómo se sostiene una mentira si cualquiera puede ir, hacer lo mismo y comprobarlo?

Esa lógica, propia del sentido común, es uno de los pilares de este tipo de operaciones mediáticas, donde la efectividad se sostiene en disimular la pre producción y la edición posterior por la que pasó el contenido que se trasmite, con el fin de mostrar cierta espontaneidad, la cual vendría a sostener “lo objetivo” de la nota.

De hecho, al finalizar la trasmisión del informe, Barbano recalca “Nos encontramos por casualidad con El Polaquito, salimos del jardín y estaba ahí”. Minutos antes, entre las preguntas que respondió el nene, tuvo que escuchar que el periodista le dijera que lo había visto robando en los videos de la policía. Videos que facilitó el municipio y que, evidentemente habían sido vistos con anterioridad por PPT. Ninguna casualidad.

El nene cuenta que se droga, que roba y que mató, todo dicho con liviandad, lo que es interpretado como el sincericidio típico del inimputable por parte del equipo periodístico.
En la mesa de debate posterior Lanata, Barbano y otros periodistas demostraron que al final sabían un montón sobre El Polaquito: que vive en una casa con otras 23 personas, que estuvo en la comisaría más de tres veces, que la policía no sabe que hacer, que el estado debería sacarle ese nene a esa mamá para mandarlo a un reformatorio.

Pero parece que la plata con la que cuenta el programa, la gente a disposición y lo incisivo de Barbano, Lanata y compañía no alcanzo para ir a comprobar las entradas y salidas de un menor en una comisaria, procedimiento que debería haber quedado asentado, ser notificado a un juez de menores y a partir de eso, actuar.

No las comprobaron, porque de hacerlo, también tendrían que haber dicho que no existen. Como el asesinato de El Polaquito a un transa, por quien parece que nadie se molestó, donde no hay un nombre del muerto, mucho menos un cuerpo, ni hablar de testigos.
Tampoco, a pesar de saber la dirección de la casa, fueron a hablar con la familia, para ver qué es verdad y qué es parte de la fabulación de un niño, quien toma elementos con los que convive para armar un cuento. Como podemos hacer todos. Incluido Lanata, pero con otro grado de responsabilidad.

Entre que terminó el informe y se explicitó la supuesta necesidad de la baja de imputabilidad pasaron menos de cuatro minutos.
Una de las periodistas conto que German Garavano, Ministro de Justicia y Derechos Humanos, ya tiene preparado un proyecto de ley donde propone bajar la edad de imputabilidad, el escrito estaría en manos de Patricia Bullrich, Ministra de Seguridad. Sólo falta que pase el año electoral para debatirlo, no vaya a ser cosa que se mezcle con la política de campaña.

El día posterior el periodista estrella del grupo mediático al que no quería venderse, se enojó porque el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), organización donde milita la madre de El Polaquito, denunció el montaje de la nota.
Una vez más, Lanata fuerza los límites de la realidad para acomodarla como le conviene: “Es una locura que digan que secuestramos al nene”. Ni el MTE en su comunicado ni nadie, dijo que los periodistas habían secuestrado al chico. Eso lo dijo Lanata, con la intención de forzar discursivamente una denuncia real hacia un lugar inverosímil y de esa forma, restarle importancia. Porque si algo de lo que dicen del otro lado termina siendo poco creíble, entonces es más fácil desacreditar todo lo demás.

La realidad es que la pre producción del programa emitido el domingo por Canal 13 fue hecha, en parte, por la policía local de Lanús y la Secretaria de Seguridad, con Diego Kravetz a la cabeza, quien estuvo presente durante la entrevista, mejor dicho, interrogatorio. Donde sí está el funcionario del PRO y policías presentes, pero ningún familiar del nene, quienes no fueron ni notificados de la existencia del material mediático.

Y lo que denuncia la familia de El Polaquito y las organizaciones barriales es que los días previos el chico fue amenazado por la policía, quien lo conoce del barrio y lo tiene marcado, para que diga lo que dijo frente a la cámara bajo la presión de lastimar familiares, no que Lanata lo secuestró. Esto sí lo puede comprobar cualquiera googleando y leyendo el comunicado del MTE.

Lo que vimos el domingo fue un hito del periodismo amarillista, por la práctica conceptual y por la filiación política. Pero amarillo disfrazado de independiente y objetivo. Con el agregado de manipulaciones evidentes, preparadas en conjunto y a conciencia entre la policía, el municipio macrista y los periodistas.

Hoy hay quienes dicen que lo que hace Lanata no es periodismo, y acá la confusión está en pensar que el periodismo es objetivo. Sobre todo el que hace Lanata, quien durante años despotrico contra el periodismo militante junto con otros tantos colegas suyos (algunos dejaron este año su trabajo en TN para pasar a formar parte de las listas del PRO y el Massismo), parados desde un lugar de independencia. ¿Independientes de qué?

Lanata sí hace periodismo y es periodismo militante, en este caso puntual, a favor de la represión a chicos que no alcanzan los 18 años.

El tema es que le rinde más ocultarlo, no le tiembla la voz al pasar sus opiniones políticas como verdades y conclusiones lógicas devenidas de la realidad. Es cierto, no todo es político, pero todo está atravesado por la ideología, de eso nadie escapa.

Y en este momento Lanata milita por la baja de la imputabilidad, mientras calla los datos objetivos, menos del 3% de los delitos son llevados adelante por personas que tienen menos de 18 años según la Procuración General de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires: sobre un total de 80 mil presos en las 250 cárceles que hay en el país, apenas 1000 son pibes y de esos, 96 los que están por delitos muy graves.

Cuenta sólo una parte, cuando es sabido que el delito organizado (organizado en gran parte por efectivos de las fuerzas de seguridad) utiliza a los menores como mano de obra barata, cuando no esclava, como sucede en Santa Fe con los chicos que son encadenados dentro de bunkers narcos.

Tampoco le da resquemor afirmar que lo que hace, muestra o dice no genera más impacto social que el que decide no cambiar de canal, como Baby Etchecopar resguardándose en la libertad de prensa para sostener que a las pibas las violan por la ropa que llevan, ignorando casi un siglo de conclusiones por parte de las ciencias sociales, entre ellas la comunicación, que muestran que la relación de los medios de comunicación con la sociedad es mucho más compleja que agarrar el control remoto.

Desconoce, o pretende desconocer que cualquier cosa presentada con el estilo, el lenguaje y las formas del género periodístico, termina teniendo el mismo efecto que un producto periodístico genuino. A esto, ahora le dicen postverdad aunque la práctica existe desde que existe el periodismo mismo.

Y por último, decide presentar la realidad como si hordas de menores anduvieran sueltos aterrorizando al país mientras la policía y la justicia son víctimas de estas bombas pequeñitas, cuando el aparato represivo estatal sí prevé un procedimiento penal que es puesto en funcionamiento todos los días sobre cientos de personas que cuentan con menos de 18 años.

Un chico de 12, 15 o 17 años que es detenido por las fuerzas de seguridad, queda a disposición de un juez de menores. La ley 22.278/22.803 permite que a los chicos se le impongan las mismas penas que a los adultos, posibilita que los menores de 16 años (no punibles) estén internados en institutos por tiempo indefinido o hasta alcanzar los 18 y aplica un modelo tutelar, en el que los jueces disponen y deciden en forma discrecional. En este momento son 650 las personas que no alcanzan los 18 años pero están judicializados porque aún siendo menores (conforme la ley) los jueces deciden su internación.

Todo esto pasa cuando la policía decide blanquear la detención en la comisaría, las otras opciones son el gatillo fácil, las torturas o el secuestro y la posterior desaparición como le sucedió a Luciano Arruga, entre otros.

Entonces el Estado no está ausente ni atado de manos, se presenta como se presentó en la vida de El Polaquito. Desde un lugar de represión y con herramientas que reproducen las mismas condiciones sociales que arrastran a los pibes hasta ese lugar.

Hoy Lanata anda furioso, porque el debate se corrió hacía temas que él no pretendía. Es lo que les sucede a quienes están acostumbrados a militar con y para el poder cuando otras voces, que muestran los intereses y las necesidades del campo popular, logramos meternos en sus productos mediáticos, arruinando la pulcritud de lo que pretende mostrarse como la blanca independencia y objetividad para mostrar nuestra realidad, que explica porqué decidimos luchar para cambiarla.

Y lo hacemos con el objetivo consciente y sin vergüenza de que cada vez seamos más, explicitando que nosotros no somos independientes de lo que pasa día a día en los barrios, de nuestros intereses y nuestras necesidades. Somos opuestos a todos aquellos, Lanata entre ellos, que sirven al poder de turno beneficiándose de la miseria ajena y esta oposición no la disimulamos, porque nos muestra que, si esos son los enemigos algo bien hacemos.