CADA CUAL SE AGARRA DE DONDE PUEDE

20.Ago.00    Documentos y Comunicados

La increíble excusa del policía bonaerense Carlos Docampo para explicar porqué fusiló a Walter Repetto el 15 de enero de 1998. Pese a lo imaginativo del argumento, lo condenaron a 14 años de prisión

Medianoche en La Matanza. En la sala de audiencias de la Cámara Criminal terminaba el debate en el que se juzgó a Carlos Docampo, suboficial de la policía bonaerense, por el homicidio de Walter Repetto (21). El fiscal, el abogado de la madre de la víctima y el defensor del policía ya habían terminado sus alegatos.
Desde la mañana una veintena de testigos y peritos habían reconstruido esa otra noche en La Matanza, la del 14 al 15 de enero de 1998, cuando se cruzaron por un instante Carlos Docampo y Walter Repetto. Los testigos contaron que Walter, orgulloso de su Fiat OK, recién comprado, lo andaba mostrando a sus amigos. Contaron que lo guardaba en el garage de su vecino Cristian Basualdo, en Lapacho y El Carpincho, Ciudad Evita. Recordaron que esa noche Cristian no estaba cuando Walter llegó cerca de la una y cuarto, y por eso estacionó en la esquina, apagó las luces y esperó.
En la vereda de enfrente, el policía Docampo tomaba mate y miraba la tele con su novia y la encargada de la remisería Venme. Vio el auto verde y le pareció sospechoso. “Está merodeando” dictaminó. En musculosa, short y ojotas, y barba de un par de días, Docampo no parecía precisamente un funcionario público. Pero tenía su inseparable “reglamentaria”, la Browning .9 mm.
Con el arma cargada, sin seguro, con bala en recámara y amartillada, Docampo salió a cumplir con su deber. Encaró decidido hacia el auto, empuñando su pistola. Gritó algo, que según él fue “¡Alto, policía!”, y según otros testigos “¡Te quemo, hijo de puta!”. En ese momento, las luces del auto se encendieron y el motor bramó. Quizás el pibe lo vio venir, se asustó y arrancó. Quizás, solo pensó que era tarde y decidió volver a su casa porque su amigo no llegaba.
Lo cierto es que en el instante en que el auto empezó a moverse sonó el disparo, que atravesó la espalda y mató a Walter Repetto en el acto. “Me equivoqué, pensé que era un chorro” dijo Docampo cuando un vecino se acercó y reconoció al pibe.
En la noche de La Matanza, cuando el fiscal ya había pedido 16 años de prisión y el abogado de la familia 20, cuando el defensor del policía había argumentado el “uso negligente del arma” intentando un inverosímil homicidio culposo, el policía Carlos Docampo se paró con su escaso metro sesenta y tres y dijo que quería declarar. Contó su historia, con la sospecha, el merodeo y su paranoia represiva. Y llegó al paroxismo cuando, sin perder la compostura, dijo: “Imagínese, Sr. Presidente, el auto cuando sale para el costado daba saltitos, yo veía que se arrastraba hacia mí, entonces trastabillé para atrás, y para no caerme, como no tenía otra cosa a mano, me agarré de la pistola, Sr. Presidente, y por eso se disparó, porque me agarré de la pistola…”
Lo dicho. Cada cual se agarra de donde puede.