EL SHERIFF DE MANHATTAN

CORREPI - Antirrepresivo, abril 1999
01.Abr.99    ANTIRR - 1999 Abr

Un millón de historias se escriben en la ciudad de Nueva York, nos contaba Ruben Blades en su “Pedro Navaja”. De ese millón de vivencias, muchas deben responder al millón de pobres que superviven o infraviven en la ciudad del american dream. Nueva York tiene siete millones de habitantes, y un millón viven la pesadilla del capitalismo. De ellos, el 52 % son niños, el 34 % son ancianos. Se calcula que el 40 % padecen hambre en una gradación de moderada a severa, mientras que el resto está expuesto a inseguridad alimentaria.
Obviamente, son las minorías raciales las que integran esos porcentuales y las que padecen las consecuencias de la exclusión. Por su color o nacionalidad pero fundamentalmente por su condición de perdedores ante el altar neoliberal, son los descartables del modelo de exportación. La pobreza y el halo de la delincuencia van de la mano para los mismos ganadores, y para esos cultores de la misma teocracia, la pobreza es una patología a extirpar.
Una gran porción de los latinos, y en especial de los negros no alcanzará los 25 años de edad. Uno de cada cuatro afroamericanos será punido y terminará en prisión. El 42 % de los condenados a muerte en el gran país del Norte son negros.
El alcalde de Nueva York es Rudolph Giuliani. Un republicano de estirpe ultraconservadora. Su principal obra de gobierno ha sido la “tolerancia cero”, su propagandizada lucha “sin cuartel” contra los delitos menores (como por ejemplo, pintar un graffiti, arrojar una cáscara de banana o andar en una bicicleta que no tenga timbre). Todos esos “delitos” (contravenciones en nuestros lares) son pasibles de arresto pues son “el acceso a los delitos mayores” de acuerdo a la teoría de la “Broken Window”.
Lo que en realidad Giuliani dispuso, fue y es un monumental aparato de represión contra los pobres de la ciudad sostenido en el gatillo fácil y la tortura y encaminado hacia la segregación racial.
Policías blancos patrullan las zonas pobres de Manhattan, Brooklyn y el Bronx desplegando la represión ordenada por Giuliani. Demás está decir que en el rico Park Avenue, la dureza se hace sentir contra los distintos indeseables.
En números anteriores del Antirrepresivo hemos comentado las andanzas del sheriff neoyorquino, alabadas por los multimedias nacionales.
En los últimos meses el accionar de los policías “duros” de Giuliani permitieron encolumnarse contra su “brutalidad” -singular calificación de Human Rights Watch- hasta sectores de la pequeña burguesía de la ciudad.
En el mes de agosto del año pasado, en la fiesta del “Labor Day Cops” varios policías y bomberos representaron un accidente de tránsito donde un patrullero arrastraba por varias cuadras del coqueto barrio de Brad Channel a un muñeco de un negro. La obra de teatro fue titulada por sus atípicos émulos de Broadway como “Black future”.
Días después Giuliani prohibió la realización anual de la Marcha de un Millón de Jóvenes que se hace en Harlem. Sus organizadores debieron recurrir a la corte estadual para lograr el permiso. Los jueces declararon la arbitrariedad de la prohibición y Giuliani debió acatar el fallo. Sin embargo, el alcalde advirtió que la marcha sería solo hasta las 16 hs.
El 5 de septiembre, la movilización se desarrollaba normalmente e incluso hasta cumpliendo los plazos impuestos por el sheriff. Pero recién terminó a las 16:15. Ello desató la mayor represión de la que N.Y. tuviera memoria con escenas únicamente comparables a la racista Alabama de 1964. Más de 3.000 policías -con toda la parafernalia que nosotros conocemos bien pero quizás con mayor tecnología- arrojaron agua, gas pimienta y golpearon a la multitud. Las detenciones superaron el millar.
Erika Ford, una de las organizadoras, sostuvo que la policía era un ejercito listo para la guerra. Y el editorial del diario New Day comparó la acción policial a las del fascismo. Giuliani, en tanto, afirmó que “estaba orgulloso de su policía porque esa era la marcha del odio”.
En octubre, Giuliani volvió a prohibir. Esta vez la marcha nacional contra la represión policial que encabeza la Coalición 22 de Octubre. Se debió recurrir a la justicia en dos ocasiones por las apelaciones del alcalde, y la marcha terminó con cientos de arrestados.
Días antes de la concentración, la policía neoyorquina había matado al estudiante homosexual Mattheu Shepard. Giuliani cuestionó la orientación sexual de la víctima. Similares descalificaciones había pretendido enunciar para descalificar al inmigrante haitiano Abner Louima que fuera sodomizado (empalado por el ano) por los policías en un precinto.
Pero el caso que más ha jaqueado la política de mano dura de Giuliani ha sido el del inmigrante africano Amadeu Diallo que fuera ultimado por 41 balazos disparados por cuatro policías blancos. Le dispararon porque el guineano no pudo contestar en el mejor inglés la requisitoria policial y porque además era vendedor ambulante, categoría criminalizada por el sistema.
La contestación de Giuliani fue ordenar que la policía empiece a usar balas de fragmentación (expansivas) prohibidas hasta por la Convención de Ginebra. Hay que proseguir la guerra contra los pobres.
La indignación ganó las calles. Primero entre los negros que recién ahora podían expresar en los medios electrónicos (que tanta propaganda había hecho de la tolerancia cero) que los estaban matando. De Harlem se expandió hasta las clases medias. Oportunamente un político sentenció que “si se puede disparar 41 veces contra una persona, mañana le puede pasar a cualquiera.”. Algunos comprendieron que se empieza con un negro o un hispano y se sigue contra ellos, que pauperizados por la economía globalizada pueden ser considerados pobres en cualquier momento.
Varias marchas se sucedieron en los últimos días. La furia de Giuliani se desató sobre los manifestantes. Hasta el jueves 25 de marzo la policía detuvo a 774 personas, entre ellas a la actriz Susan Sarandon.
“Es hora de que la ciudad le muestre más respeto a la policía” provocó Giuliani, mientras que los asesinos de Diallo recuperaban la libertad bajo fianza.
A fines de febrero, el informe anual de Derechos Humanos del Departamento de Estado de EE.UU. criticó a la Argentina por la violencia policial. Bien criticada por cierto, pero los exportadores de un sistema económico social de exclusión, con idénticos saldos de miseria interna, son los mismos que ejercen idéntica solución para los pobres. Y no pueden dar cátedra de Derechos Humanos precisamente. Porque la violencia institucional al igual que la miseria es necesaria e intrínseca al capitalismo.

PREMIO A DELIA - PREMIO A LA LUCHA DE LOS FAMILIARES

Delia Garcilazo de Ríos, madre de Rodolfo Ríos y verdadera bandera de la lucha antirrepresiva, recibió en su propio nombre pero en el nombre de todos los familiares, el premio “Margarita de Ponce” que cada 8 de marzo entrega la Unión de Mujeres de la Argentina (UMA) a las mujeres destacadas por su trayectoria en la lucha social.
En el caso de Delia, este galardón viene a premiar su esfuerzo denodado en la búsqueda de justicia para su hijo asesinado por guardiacárceles del Servicio Penitenciario Federal. “Este premio es también un reconocimiento para todos los familiares que luchan contra la violencia institucional. Para la Liga Argentina por los Derechos del Hombre y para mis compañeros de CORREPI”, expresó Delia en el momento de recibir la estatuilla. Delia además explicó que “desde CORREPI no hacemos distinciones de víctimas inocentes, porque eso significaría que hay víctimas culpables, y para nosotros los únicos culpables son sus asesinos.” “Tampoco hablamos de víctimas indefensas, porque lo que queremos es generar defensas contra la represión.”

IMPEDIR LA PENA DE MUERTE - LIBERTAD A MUMIA
LUCHADOR POR LOS DERECHOS HUMANOS CONDENADO A MUERTE.
Mumia Abu Jamales un periodista estadounidense que fue condenado a muerte el 25 de mayo de 1983 acusado del homicidio de un policía en Filadelfia.. Mumia, a los 15 años fue uno de los fundadores del movimiento Panteras Negras (grupo antirracista yanqui). Periodista radial, en 1980 fue elegido presidente de la Asociación de Periodistas Negros. Su programa se llamaba “La voz de los sin voz”.
Escribió columnas en diversos medios gráficos, destacándose las colaboraciones en el Yale Law Journal sobre violación a los derechos humanos del pueblo negro y demás desamparados.
Su lucha antirracista le había granjeado la antipatía del FBI y de la CIA. En diciembre de 1981 un policía de Filadelfia fue herido mortalmente por dos disparos. Mumia fue encontrado cerca del lugar y también estaba herido.
La fiscalía acusó a Abu-Jamal de ser autor de la muerte del policía. El juicio fue una parodia donde no se le permitió autodefenderse, se le asignó un abogado ligado a la fiscalía, los testigos (una prostituta amparada por el precinto zonal, un taxista que estaba bajo libertad condicional y un hombre que estaba ebrio) acusaron a Mumia. Los médicos que lo atendieron negaron la autoinculpación que la fiscalía arguyó como prueba en su contra. Las pericias balísticas indicaron que Mumia no pudo ser el autor de los disparos contra el policía.
Las sucesivas apelaciones contra la sentencia del afamado Juez Sabo (que es quien condenó más personas a muerte en USA (en total 33) fueron rechazadas, y el gobernador de Pensilvania firmó la orden de ejecución para principios de mayo.
En 1995 Mumia escribió un libro “Vivo desde el corredor de la Muerte” que es un alegato contra la pena de muerte y, en el “país de la libertad”, su obra fue censurada y prohibida su difusión.
En momentos en que la segregación racial y de clase se impone cada día más en EE UU, la ejecución de Mumia Abu Jamal se asemeja a la de Sacco y Vanzetti.
CORREPI llama a bregar por detener la ejecución del luchador por los derechos humanos y para obtener su libertad.