El 18 de febrero mucha gente marchó detrás de hombres y mujeres de la Justicia, cuyas historias individuales resumen sus quiebres y requiebres con el poder de turno al que sirven lealmente, hasta que aparece alguna otra versión en el horizonte. Algunos de los que se encolumnaron con ellos y los aplaudieron, quizás creyeron de buena fe que marchaban por verdad y justicia, o que homenajeaban a alguna especie de mártir.