Sumario: 1. Mendoza: por los caminos del sol, el vino y el duro disciplinamiento social. 2. Torturas policiales en Tucumán: cuando lo habitual sorprende. 3. Jornada antirrepresiva y audiencia para que los metropolitanos vayan a juicio. 4. México: la guerra que no pueden ocultar. 5. Agradecimientos por partida doble. 6. Próximas actividades.
Mendoza: por los caminos del sol, el vino y el duro disciplinamiento social.
Juan es un peón rural de Tupungato, pueblo enclavado en el Valle de Uco mendocino, donde conviven el bello paisaje, la riqueza agrícola y las fuertes diferencias sociales. Juan suele ir de su casa en las afueras, hacia el “centro de la villa”, como todos los pibes del pueblo. Últimamente se hace acompañar, porque por estos días lo detuvieron tres veces con la excusa de la “averiguación de antecedentes”. El trámite siempre es el mismo: una vez en la comisaría 20, es enrejado, previamente golpeado y posteriormente liberado sin posibilidad de queja alguna.
Jesús Amaya es otro pibe de 19 años del mismo pueblo, hijo de trabajadores. El sábado estaba en la vecindad de su casa cuando se originó una pelea entre unos chicos que no estaban con él. Llegó la policía y repartió palos sin ton ni son. Uno de esos palos le rompió la nariz a Jesús, que estaba mirando lo que pasaba. Indignado, pero no exento de ingenuidad, fue por sus propios medios a la comisaría para denunciar a los agresores. La respuesta fue la detención, el armado de una causa por atentado y resistencia a la autoridad y el gaste a la familia que rápidamente fue a buscarlo.
La familia González es otra familia de trabajadores del mismo pueblo. Rodrigo, uno de sus hijos, fue brutalmente golpeado por una patota de civil a escasas cuadras de la comisaría 20. Cuando su padre fue a la comisaría para saber qué había ocurrido, fue recibido por la misma patota, que merodeaba la seccional intentando primerear ante la denuncia del lastimado González. También molieron a golpes al padre en la puerta de la 20, sin que nadie de la dependencia interviniera. Después se supo: dos oficiales de apellido Cano serían presuntos familiares de los patoteros, y que a eso se debe la impunidad con la que actuaron.
Es común, por otra parte, que un camión antidisturbios recorra con mucha frecuencia las calles del pueblo. Insólita decisión para un pueblo que hasta hace unos años poseía un sólo semáforo.
Detenciones arbitrarias, torturas, armado de causas, impunidad, saturación policial de las calles, forman parte de ese otro paisaje invisible, destinado a la naturalización del funcionamiento del aparato represivo del estado en todos sus niveles de gestión.
Pero tiene una explicación: capitales nacionales y trasnacionales concentrando y explotando grandes extensiones de riquísima tierra, ruta del oro en la proximidad del macizo cordillerano, magros salarios y amplia brecha social, requieren de una fuerte presencia policial cumpliendo a rajatabla la función disciplinadora bajo la excusa de la inseguridad.
El comisario Martinelli, jefe de la comisaría denunciada, acreditando su ineludible responsabilidad jerárquica y el placet político con el que cuenta, dijo muy suelto de cuerpo desconocer lo que los pobres del lugar sufren en su propio cuero.
Nada es casual ni fruto de una decisión sin sentido.
Hace una semana, esta situación derivó en una marcha de protesta contra la violencia policial, en el que un centenar de muchachos y la acostumbrada solidaridad de medios alternativos y varios vecinos de las barriadas, conmovieron la aparente tranquilidad de la villa.
Esta actividad, y la inminente conformación de una coordinadora antirrepresiva en la provincia, ponen de manifiesto que el pueblo y, sobre todo, los jóvenes mendocinos, tienen reflejos. Sus mejores recursos los encuentran en la lucha organizada.
Torturas policiales en Tucumán: cuando lo habitual sorprende.
Si uno acude al diccionario, a cualquier diccionario (conceptual, epistemológico, disciplinario, etc.), la palabra sorpresa implica la reacción ante algo que no resulta habitual; es decir, algo insólito, extraño, infrecuente. Nadie se asombra por hallar las zapatillas en la parte baja del ropero si las guardó allí el día anterior ¿verdad? Ni tampoco porque el agua salga de la canilla cuando se la abre. En este punto es interesante preguntarse por qué, entonces, la sorpresa es la respuesta mayoritaria ante una nueva noticia (y van .) de torturas perpetradas por policías.
Esta vez las coordenadas territoriales dicen Tucumán, a raíz de un video aparecido hace unos días en las redes sociales, en el que se observa a un agente policial de esa provincia sometiendo a torturas y humillaciones a un joven.
En esta oportunidad, el inmundo sujeto uniformado elije vituperar y torturar a un joven esposado y de boca al piso, sujetándolo brutalmente del pelo, obligándolo a imitar sonidos de diferentes animales (¡!) y arrojándolo de cara al suelo varias veces, mientras otro policía filma lo ocurrido y colabora con el siniestro acto.
Por supuesto que es indignante y que provoca una impotencia atroz observar cómo la impunidad policial nuevamente arremete contra los jóvenes con formas dictatoriales y crueles, pero no provoca ninguna sorpresa para quienes están mínimamente interiorizados con la situación de detenidos y condenados en comisarías y prisiones. La tortura es una práctica habitual, una actividad más de las que lleva a cabo la policía en tanto institución y como agente principal del control social, pero sin embargo allí están los medios masivos escandalizados por lo sucedido, las declamaciones de las autoridades policiales condenando el hecho, los comentarios de tantos ciudadanos que observan en lo ocurrido algo inédito para estos tiempos (ver nota en Boletín informativo nº 719, ¿Abu Ghraib, Irak? No, San Luis, Argentina).
La policía tortura: siempre ocurrió y siempre ocurrirá, en tanto exista como institución al servicio de la clase dominante. Nada tiene que ver con la capacitación (ejem ) en derechos humanos que los efectivos puedan tener ni con la descomposición institucional o las conductas individuales (en efecto, casi nunca es uno solo) de los uniformados. La propia función es la que lleva en sus entrañas, acaso en su razón de ser, el trato vejatorio para con el que se considera un enemigo, ya sea actual o en potencia.
Mientras existan instituciones al servicio de la clase dominante y legitimadas en su violencia, esta será ejercida en las formas más infames y cobardes, especialmente cuando los destinatarios son jóvenes pobres o morochos.
La policía tortura porque no se contenta con golpear o asesinar, sino que basa su tarea en la deshumanización del otro, tarea que ciertamente excede a los dos payasos del video. En este caso el ejemplo de deshumanización es lapidario: al detenido se lo golpea si no emite los sonidos característicos del animal que el policía le ordena, y de ese modo no sólo deja de ser un hombre sino que siquiera es un animal, pues no puede representar los sonidos que se le exigen.
La policía tortura porque forma parte (importante) de sus deberes: ¿Dónde está la sorpresa? Quizás en la ilusa moralina burguesa que aún pretende creer y legitimar (de espaldas a toda realidad) las instituciones que se dio a sí misma para mandar.
Jornada antirrepresiva y audiencia para que los metropolitanos vayan a juicio.
El lunes 6, apenas pasadas las 9 de la mañana, empezaron a llegar a Viamonte y Libertad militantes de la Red Nacional de Medios Alternativos (RNMA), la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI) y el Encuentro Nacional de Espacios Culturales Autogestivos (ENECA), para instalar la radio abierta que presidiría la jornada antirrepresiva durante la audiencia en la Cámara Criminal en la causa contra los policías metropolitanos que tiraron con balas de plomo en la represión a la Sala Alberdi del 12 de marzo de 2013.
Los primeros en llegar confirmaron que, si alguien estaba enterado de la actividad, era la policía federal. Una impresionante valla rodeaba por completo el edificio de Viamonte 1153, cortando todo paso por la vereda, con un igualmente espectacular cordón de uniformados. Apenas si una rendija entre las rejas permitía el acceso de abogados y correos judiciales al edificio, previa exhibición de credenciales y documentos.
Poco después de las 10:00, comenzó a funcionar la radio. Mientras tanto, montamos una prolija muestra de fotos vinculadas con la causa y con la defensa de los espacios públicos y la cultura popular, en una pared lateral de la plaza seca del Teatro Colón. Varios encargados de la custodia del teatro se abalanzaron sobre los compañeros, señalando que estaba prohibido colgar carteles. Después de algunos minutos de tensión, la firmeza de los compañeros espantó a los vigiladores, que se quedaron rumiando bronca a unos metros de distancia.
Desde la radio, se relataron los antecedentes de la causa, con detalle sobre el prontuario de los policías que balearon a los compañeros y el de sus defensores, que casi asusta más que el de los uniformados (ver ¿Quiénes son? en http://correpi.lahaine.org/?p=1317). Luego intervinieron compañeros y compañeras invitados a hablar sobre los conflictos que enfrentan, como Leonardo, representante de un grupo de 10 familias de Constitución en riesgo de desalojo; Luciana, de la asamblea de Sala Alberdi; Diosnel Pérez, del Frente Popular Darío Santillán, a punto de ir a juicio junto al Tano Nardulli acusados de instigar a la ocupación de tierras en el Parque Indoamericano y los integrantes de la RNMA que hablaron de la ley antiterrorista. Luego intervinieron compañeros del Frente de Organizaciones en Lucha (FOL), que están resistiendo una toma de tierras en Longchamps y del Movimiento Popular La Dignidad, con similar situación en Glew, y compañeros de la Red Interparques.
Mientras dos artistas del ENECA se apostaban en los semáforos con carteles que explicaban el contenido de la actividad, también hubo espacio para las expresiones artísticas, con un espectáculo de danza y luego la guitarra de Laura, con chacareras y canciones populares.
Cuando terminó la audiencia, pasadas las 13:00, cerraron la actividad los querellantes Esteban Ruffa (AnRed) y Germán de los Santos (DTL!), junto a María del Carmen Verdú (CORREPI).
Contaron que estuvieron presentes los abogados de los policías, Sheila Borzani Papel y Julián Curi del estudio Righi-Montenegro, y Juan Martín Cerolini, y que curiosamente no hubo presencia de la fiscalía, con lo que quedó sólo en manos de nuestra querella la defensa del procesamiento. Los tres reclamaron el sobreseimiento de los policías, aunque ofrecieron como alternativa que se cambie la calificación de homicidio agravado en grado de tentativa a lesiones leves…
Los compañeros mostraron cómo el pez por la boca muere. El Polaco De los Santos recordó el fallido del abogado Cerolini, que se refirió a los policías metropolitanos como nuestros efectivos, y Verdú contó que, cuando ella sostuvo ante los jueces que los policías tiraron a matar, sabiendo que usaban proyectiles letales, aunque por fortuna los compañeros sobrevivieran, el abogado Curi replicó son policías entrenados, cuando quieren matar, matan. A confesión de parte, relevo de prueba, dicen los abogados…
También en la audiencia quedó en evidencia que la campaña de difusión emprendida por el espacio RNMA-CORREPI-ENECA ha sido un éxito. La abogada Borzani Papel se quejó ante los jueces de que su defendido, Miguel Ledesma, sea señalado como ex integrante de un grupo especial de la PFA, aclarando (como lo consignamos en nuestros materiales) que pertenecía al Grupo especial de Rescate, por lo que lo calificó como bombero sin agua. Será un bombero sin agua, agregaron los compañeros, ¡pero con escopeta!.
En pocos días, los jueces de la sala V de la Cámara (que esta vez no se enojaron por la radio abierta, sino que agradecieron que dirigiéramos el sonido hacia la Plaza Lavalle) deberán decidir si confirman el procesamiento, lo modifican o lo revocan. Cualquiera sea su decisión, apoyados en el espacio de coordinación que hemos conformado, la lucha sigue.
México: la guerra que no pueden ocultar.
Ayotzinapa, 27 de septiembre de 2014. Tlateloco, 2 de octubre de 1968. México. Estudiantes se manifiestan por el derecho a la educación. El Estado reprime, la policía dispara. Los estudiantes son masacrados. Los estudiantes son desaparecidos. Los estudiantes son hallados: acribillados, desollados, picaneados, calcinados, empalados.
México y la Revolución de 1910. Los indígenas, los trabajadores y los campesinos junto a Emiliano Zapata, los bandidos rurales junto a Pancho Villa y las mujeres oaxaqueñas. El pueblo contra la tiranía de Porfirio Díaz. Triunfo de clase.
México y el plan de exterminio a las naciones latinoamericanas: Estados Unidos y su Plan Cóndor. Miles de jóvenes se manifiestan contra la censura, contra las injustas remuneraciones a la jornada diaria, por la libertad de expresión, por el arte y el derecho a educarse pública y gratuitamente. 1968, meses previos a las Olimpíadas que pretendían celebrarse a costa del hambre. Movilización masiva. Represión feroz. Más de 300 ejecuciones aunque el Estado reconozca sólo a unas 50. La Plaza de las Tres Culturas, escenario del horror. Sangre, nueva sangre mexicana, hecha del ají más cruel. En aquel entonces, el ejército mexicano actuó con unos 8.000 efectivos junto a la Brigada Blanca -un grupo paramilitar-, con 300 medios armados de tanques blindados y jeeps con ametralladoras. El gobierno de Gustavo Díaz Ordaz y Echeverría Álvarez nunca reconoció nada ni dio explicación alguna, no hubo claridad ni veracidad ¿acaso haga falta?.
México y el neoliberalismo desgarrador: el narcotráfico, la trata de personas, la prostitución, los miles de millones de dólares que implica la guerra que los gobiernos dicen no tener, pero que el pueblo sabe padecer. El machismo que no tiene vergüenza ni siquiera con la Ciudad de Juárez, hecha un cementerio a escala urbana: mujeres violadas, mutiladas, torturadas, machacadas, ahorcadas, asesinadas, esclavizadas, desaparecidas. La guerra entre los carteles, los gobiernos, las fuerzas represivas y los paramilitares en disputa por el control del territorio para la comercialización de cocaína y marihuana entre otras, ya ha dejado 40 mil muertos. Una guerra absurda ensañada con la clase trabajadora, los indígenas, los inmigrantes, las mujeres y los niños, los campesinos. Los rebeldes.
La tarde del viernes 27 de septiembre, los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa organizaron una movilización reclamando se garantice la educación por la que se luchó en 1910 como respuesta a la demanda de justicia social. Esa escuela recibe en su mayoría a los hijos pobres de las zonas campestres. La marcha se fundó en el marco de la conmemoración de un nuevo aniversario de la masacre de Tlatelolco, y fue protagonizada por jóvenes y estudiantes, una combinación que por sí misma es sinónimo de esperanza y rebelión. La protesta vio el fuego, aspiró los primeros gases, oyó las primeras balas.
En la represión fueron asesinados seis manifestantes y heridos de gravedad otros 22. En la razzia desatada por la policía y los grupos de sicarios enmascarados, fueron capturados y secuestrados 57 estudiantes. De ellos, desaparecieron 43. Los testigos los vieron cuando los subían a la rastra en autos oficiales de la policía. Así nomás, sin descaro alguno, las autoridades estatales dijeron no tener información del paradero de sus rehenes. Como si esta tragedia no fuera suficiente, el Alcalde de Iguala, José Luis Abarca Velázquez, dijo que él no se enteró de ningún hecho de violencia: yo estaba bailando. Una burla inclasificable.
Se encontraron casi 30 cuerpos ejecutados, destrozados y calcinados en fosas comunes hasta ahora. Fueron detenidos 22 policías y dos de sus sicarios, que confesaron que todos fueron asesinados. En el centro de Iguala, unos 200 kilómetros al sur de Ciudad de México, apareció una manta con un mensaje firmado por Guerreros Unidos, que exigen la liberación de los policías.
Mientras el fiscal general de México promete lo de siempre, investigar hasta las últimas consecuencias y la Comisión Interamericana hace pública su extraordinaria preocupación, el mensaje de la banda para policial dice una sola cosa cierta: La guerra ya empezó.
Agradecimiento por partida doble.
No podemos cerrar este Boletín sin agradecer los centenares de mensajes de apoyo que hemos recibido a partir de que hicimos públicos los aprietes sufridos por varios militantes de CORREPI en el conurbano norte, sur y oeste. Son tantos los mensajes que estamos recibiendo, que pedimos disculpas si nos atrasamos en actualizar el listado publicado en la página de Facebook.
La solidaridad que nos siguen expresando infinidad de organizaciones y compañeros, es el más claro mensaje a los que apuestan a la amenaza para quebrar la voluntad de lucha de los militantes, y nos fortalece enormemente. No hay fuerza más imponente que la solidaridad de clase.
También queremos destacar y agradecer los llamados, mails, tuits, publicaciones en redes y notas que se sumaron al recuerdo y homenaje a nuestra compañera María Ramona Armas de Bulacio, la abuela Mary, inolvidable luchadora fallecida el pasado sábado.
A todos, CORREPI dice GRACIAS.
Próximas actividades.
Sábado 11 de octubre, desde las 16:00, en la Plaza de Pacheco (entre calles Salta, Entre Ríos, Santiago del Estero y Córdoba): radio abierta con antirrepresiva con bandas y feria del plato. Organiza y convoca CORREPI.
Sábado 11 de octubre, en el marco del VII Plenario del Encuentro Nacional Antirrepresivo (ENA) en Córdoba, la Coordinadora Antirrepresiva Córdoba convoca al “Estruendazo” y a una Charla Antirrepresiva. Nos movilizaremos desde el barrio Bella Vista -sede de la reunión del ENA- hacia el centro, para compartir una charla abierta: “De la Ley Antiterrorista a la Ley Antipiquetes”. Salimos de Rufino Zado 658, Bella Vista, a las 17:00, e iniciamos la charla a las 18:00 en Tucumán 367, Casa de los Trabajadores.
Martes 14 de octubre, 12:30, frente a los Tribunales de Quilmes (Yrigoyen al 400, Quilmes), radio abierta y corte durante la audiencia en la cámara de apelaciones que definirá si va a juicio el comisario Veysandaz, asesino de Javier Alarcón y David Vivas. Convocan CORREPI y Hagamos lo Imposible (HLI).
Viernes 17 de octubre, de 11:00 a 13:00, charla antirrepresiva con CORREPI en la Escuela nº 2 de Ramos Mejía (11 de Septiembre 963).