Hoy se cumplen once años de la masacre de Magdalena, la más grave de las cárceles argentinas, junto con la de Santiago del Estero de 2007. El 16 de octubre de 2005, 33 presos del pabellón de buena conducta de la unidad penal nº 28, todos menores de 30 años, murieron quemados o asfixiados por el ácido cianhídrico despedido por los colchones de poliuretano en llamas.
Los agentes penitenciarios no sólo cerraron los candados y dejaron que fuego los consumiera: cuando los presos de otros pabellones, como el 15 y el 16, intentaron desesperadamente abrir un boquete en la pared para sacar a sus compañeros, les dispararon a la espalda con sus escopetas. A pesar de eso, a pesar de los matafuegos descargados y las mangueras sin agua, los pocos sobrevivientes fueron rescatados por otros internos.
Sólo dos de los fallecidos estaban condenados. Los otros 31 aún esperaban que la justicia decidiera, lo que no puede sorprendernos. El 70% de los presos en las cárceles argentinas está en igual situación.
Las cárceles superpobladas, con condiciones de vida inhumanas, son y han sido siempre grandes contenedores de pobres, lugar de hacinamiento destinado a una clase que estorba ¿Cómo se explica, si no, que no haya en esos pabellones empresarios millonarios ni políticos corruptos, ni tampoco sus perros guardianes, los miembros de las fuerzas de seguridad? ¿Cómo se explica que casi todas las víctimas de la masacre estaban presos sin una condena, mientras que los responsables de sus muertes, sin excepción, siguen en libertad once años después?
En la causa hay quince procesados, oficiales con rangos que van de inspector general a prefecto mayor, y subalternos. Once años después, todos están libres, no hay fecha para el juicio y seguimos esperando. Mientras tanto, nueve testigos, que debían declarar en el debate, “murieron” presos en estos años.
Como si fuera poco, en diciembre del año pasado, con el cambio de gobierno, que desde entonces no ha parado de lanzar provocaciones a la clase trabajadora, Maria Eugenia Vidal, gobernadora de la provincia, anunció el nombramiento al frente del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) a Fernando Díaz, que inició su carrera en el Servicio Penitenciario Federal, y nada más y nada menos que quien ocupaba la misma jefatura bonaerense al momento de la masacre. Hoy dirige el SPB un hombre que carga con cientos de muertes de presos durante su violenta gestión, incluidos los 33 de Magdalena.
Detalles del mural que hicimos en 2008 junto al colectivo Sienvolando: