LA POLICIA FEDERAL ARGENTINA EN LA NUEVA ETAPA

Correpi
06.Ene.04    ANTIRR - 2003 Ago

Tras la criminal represión del 19 y 20 de diciembre de 2001, el “científico” Jefe de la Policía Federal Argentina Comisario General Rubén Jorge Santos fue reemplazado por el Comisario General Roberto Giacomino, designado por el efímero Presidente designado por el Senado Adolfo Rodríguez Saá (a quien sobrevivió, al igual que el Secretario de Seguridad Juan José Alvarez, de quien llegó a decir en el “BAE” – 26 de agosto de 2002 -: “Agradezco a Dios que sea “Juanjo” Alvarez el ministro”).

En base a sus declaraciones, como Jefe de la institución, trataremos de comprender las modalidades de acción actual y futuro de la institución. De sus muchas entrevistas, tomaremos como fuente principal la que fue publicada a doble página en “Clarín” el 31 de marzo de 2002 y citaremos las restantes cuando nos refiramos a ellas.

El discurso del nuevo Jefe no varía demasiado del habitual discurso institucional. Por supuesto, no faltan el reclamo de más efectivos (los están incorporando), mejores salarios, perpetua para quien mate a un policía (lo consiguió), se plantea cínicamente que a los “chicos malos” (expresión usada por los periodistas) “Hay que tratar de recuperarlos” y no existe mención a los casos de gatillo fácil, torturas, invención de causas y otras tradiciones de la fuerza. Se insiste asimismo en la necesidad de vincular la institución y el resto de la población al servicio de la fuerza (“se ha dejado muy solo al policía”, “La Nación”, 3 de julio de 2002).
No faltó el reclamo de otros cincuenta vehículos nuevos, cuando en los últimos tres años se incorporaron más de quinientos (más de trescientos cincuenta Ford Escort, los Peugeot 206 y 405, las Ford Ranger, Mercedes Benz Sprinter, etc.).
En la citada nota del “BAE”, Giacomino reclamó además la baja de la edad de imputabilidad de los niños, se opuso al traslado de la función policial a la Ciudad de Buenos Aires (“Si hace 180 años que esta policía (…) ha llevado los designios de seguridad para toda esta población y que tan mal no le fue, no tenemos por qué cambiar”) y reconoció que la Policía Federal Argentina colaborará en tarea de inteligencia en la Provincia de Buenos Aires (“se nos pidió la inteligencia criminal, donde debemos aportar todos los datos que tenemos en archivos, además de elementos científicos”). Por supuesto, no explicó el rol del personal de inteligencia de la Federal que el 26 de junio se llevó de la Comisaría 1º de Avellaneda el listado completo de los piqueteros detenidos.

No podemos omitir señalar que a partir del 26 de junio se perfeccionó el control conjunto de accesos a la Ciudad de Buenos Aires, destinado en buena medida a dificultar o disuadir las movilizaciones populares desde el Conurbano. Las operaciones conjuntas de las fuerzas policiales y de seguridad, a las que algunos sectores pretenden sumar las fuerzas armadas (por ejemplo, el entonces Diputado y actual Jefe de la SIDE Miguel Angel Toma, lo declaró en una nota firmada por él, publicada el 3 de julio de 2002 en “Clarín”), son uno de los elementos que caracterizan la nueva situación. Ya patrullan la Ciudad de Buenos Aires cinco mil policías federales más (cerca de un cuarenta por ciento de incremento), mil seiscientos gendarmes y mil doscientos prefecturianos. Sin embargo, nada de esto es tan novedoso. Ya hace cerca de un lustro que se aprobó un “Plan Estatégico de la Secretaría de Seguridad Interior” para el período 1998-1999, que tiene entre sus objetivos la “Racionalización del Esfuerzo Nacional de Policía”.
Frente a la pregunta sobre los homicidios del 20 de diciembre, se atrevió a sostener que “A mí no me consta que las muertes hayan sido producidas por policías. No conozco ninguna prueba que indique eso” a pesar de las detenciones del Comisario Inspector Oliverio y otros subordinados (en aquel momento Santos estaba preso pero no por los homicidios). Al no reconocer ningún delito cometido por la institución que comanda, Giacomino ha llegado a afirmar – interrogado sobre cómo actuaría frente a una movilización piquetera inminente - que “Los policías van a mantener la misma cordura de siempre para proteger a los manifestantes y a la ciudadanía …” (“La Nación”, 3 de Julio de 2002).

Reconoció asimismo haber vuelto a crear la Dirección General de Orden Urbano y Federal y darle rango de Cuerpos (Departamentos) a la Guardia de Infantería, la Policía Montada y la Policía de Tránsito. Afirmó además que esos Cuerpos necesitan equipo y efectivos, pues “se había pensado que no iba a ocurrir ningún hecho desbordante”. La nota de “Clarín” señalaba en un recuadro que “los “cuerpos habían sido disminuidos y casi desaparecido.” Sin embargo, en su indagatoria en la causa por la represión en Plaza de Mayo, el Comisario Eduardo Mario Orueta, quien estaba entonces a cargo del Cuerpo de Operaciones Federales (C.O.F., hoy disuelto; sucesor y antecesor de la recreada Dirección General), afirmó que si bien el C.O.F. había llegado a tener 837 hombres, para diciembre ya había crecido a unos 1550, es decir, sólo un tercio menos que los tres cuerpos juntos. Giacomino tampoco aclaró que el Cuerpo Policía de Tránsito (C.P.T.), cuando estaba separado de los demás, no tomaba tareas antidisturbio, que sí fueron la razón de ser de la totalidad del C.O.F.

Por otra parte, en los últimos tres años el número de vehículos de asalto incorporados a esos Cuerpos (sin olvidar las nuevas motos Kawasaki Concours y los cuatriciclos Honda) superó con creces el de los dados de baja (al menos diez contra dos).
El reclamo de más facultades (a pesar de las conseguidas el año pasado) y la añoranza de los edictos policiales tampoco son ajenas al discurso de Giacomino. Así, en las ya citadas declaraciones a “BAE”, se atrevió a afirmar que los edictos “fueron la estructura preventiva que sirvió con acierto para proteger nuestra sociedad durante muchos años” (si fuera así, la Provincia de Buenos Aires, con un Código de Faltas mucho más severo que el Contravencional, tendría que ser un ejemplo de “sociedad protegida” por la policía) e incluso a sostener que estaba dispuesto a irse “muy tranquilo” si se lo reclamaban por sus declaraciones contra el Código Contravencional. Por supuesto, tiene claro que nadie le va a reclamar nada.

Por eso, el 10 de septiembre se despachó en el mismo sentido (nuevamente en “BAE”): “El actual Código de Convivencia no le sirve a la gente ni a los vecinos (extraña distinción), que es lo mismo que decir que no le sirve a la Policía”; “las tramitaciones que establece (…) resultan sumamente burocráticas, onerosas y debilitantes del principio de autoridad”. Afirma además que “Otro hecho de gravedad es que el garantismo haya permitido la despenalización de la ebriedad y otras intoxicaciones”, que la Federal “ya tenía previsto una modificación (de los edictos) acorde con el tiempo y con la necesidad de la gente” y alegremente asegura que los “chicos (menores de 18 años) requieren y merecen una adecuada contención y la Policía Federal está en condiciones de ofrecerles un adecuado servicio con profesionales en cada materia.” Si no hubiera tantos jóvenes asesinados por el profesionalismo de la Federal, sería un simpático chiste y no una afirmación cínica.

En la nota de marzo, el relato del Jefe de la Federal se embarcó en el terreno del absurdo al hacer referencia a que “la noche del 26 de diciembre, cuando algunos grupos entraron al Congreso a quemar cosas, el súper Capuchetti (el Superintendente de Seguridad Metropolitana Aberto Capuchetti) salió herido.”

Se refería sin duda a la represión al cacerolazo del 28 al 29 de diciembre, de cuyo expediente judicial surge que, cuando estaba cerca de la Casa Rosada (y no del Congreso), el Comisario General Capuchetti tropezó con la manguera de una autobomba, se cayó y se lesionó. Si ése es el “súper” …
La poca felicidad de las declaraciones de Giacomino no es novedosa.

Podemos recordar que, apenas asumido el cargo, el 29 de diciembre de 2001, anunció a “La Nación” que daría más seguridad a través del llamado a prestar servicios de suboficiales retirados, en una nota que fue publicada … el mismo día que uno de esos suboficiales llamados a prestar servicios asesinó a los tres pibes de Floresta.

Por supuesto, este crimen no modificó la decisión tomada, sólo la postergó algunos meses. Como es público y notorio, se está reincorporando a la Federal unos dos mil suboficiales retirados y otros tres mil se reintegrarían a la Bonaerense.
La síntesis del discurso es muy clara. La Policía Federal Argentina estará cada vez más disponible, como en otros momentos de su historia, para garantizar la represión de los reclamos populares, realizar inteligencia sobre los que luchan contra este sistema opresivo y mantener a raya a los sectores de escasos recursos a los que ya no se les ofrecen ni las migajas del festín de los poderosos.

* Esta nota se terminó de escribir el día 10 de septiembre de 2002, Giacomino siguió hablando…

Resaltados:
Al no reconocer ningún delito cometido por la institución que comanda, Giacomino ha llegado a afirmar – interrogado sobre cómo actuaría frente a una movilización piquetera inminente - que “Los policías van a mantener la misma cordura de siempre para proteger a los manifestantes y a la ciudadanía …”

Dice Giacomino, sin ruborizarse, como quien dice una verdad irrefutable, los edictos policiales “fueron la estructura preventiva que sirvió con acierto para proteger nuestra sociedad durante muchos años”