La respuesta de CORREPI a las declaraciones públicas hechas esta semana por la Sra. Hebe Pastor de Bonafini en relación a la desaparición de Jorge Julio López, querellante y testigo en el juicio contra el genocida Miguel Etchecolatz, ha motivado, como en anteriores oportunidades, una corriente de opinión que utiliza afirmaciones engañosas en las que, deliberadamente o por ingenuidad y falta de análisis político, subyacen falacias que debemos tratar de desenmascarar.
Las más frecuentes hacen referencia a “la pelea” o “la interna” de los organismos de DDHH, y derivan en la exhortación a trabajar por la aparición con vida de López “en unidad”, “sin distinciones de posiciones políticas”, o nos acusan de “dar pasto a la derecha” que podría aprovechar, agazapada, la “disputa en la izquierda”.
CORREPI se esfuerza siempre en llamar a las cosas por su nombre. Nuestro rol, como organización popular que denuncia la política represiva del estado y defiende los intereses de los trabajadores y el pueblo, no es hacer amigos ni juntar votos, sino contribuir en la medida de nuestras posibilidades a desarrollar la conciencia popular cuando de represión se trata. Por eso debemos sentar nuestra posición en estas dos cuestiones:
1) Debatimos fraternalmente con todos los compañeros y organizaciones del campo popular. Desarrollamos una activa militancia que hace de la búsqueda de acuerdos y de la coordinación con esos compañeros y organizaciones una política permanente. PERO NO DEBATIMOS FRATERNALMENTE NI BUSCAMOS ACUERDOS CON EL ESTADO, NI CON LOS GOBIERNOS QUE LO ADMINISTRAN. Como organización antirrepresiva, es un principio irrenunciable en nuestra lucha cotidiana confrontar con el estado, al que entendemos como producto y manifestación del carácter irreconciliable de la lucha de clases, y por lo tanto, órgano de dominación de los poderosos sobre los oprimidos.
No buscamos acuerdos ni unidad de acción con quienes -tengan la historia que tengan- se suman a la defensa del arma de explotación. Esos no son compañeros ni integran ya el “campo popular”. Han claudicado, han abandonado sus principios. Cuando respondemos a la Sra. de Bonafini, como cuando lo hacemos con el presidente Kirchner, con sus ministros o con cualquier integrante del partido de gobierno, entonces, no estamos “debatiendo entre nosotros”, sino confrontando con la máxima expresión de nuestro enemigo, aunque el interlocutor eventualmente pueda exhibir opacos reflejos de épocas de pasado esplendor. Cuando les respondemos, respondemos al gobierno y a sus defensores, no a compañeros. La Sra. de Bonafini, como tantos, hizo una elección, que no se explica como quisieran algunos por el endurecimiento de las arterias o por la falta de entendimiento político. Es una elección que todos hacemos cada día de nuestras vidas: estar con el opresor, o con el oprimido, defender los intereses de unos, o de otros. Y es una elección que no admite matices ni medias tintas. Estamos con el patrón, o con el obrero. Con el represor, o con el reprimido. Con el victimario, o con la víctima. No hay conciliación posible: con el estado, o con los trabajadores y el pueblo.
2) El argumento de que desenmascarar el carácter opresor al servicio de los poderosos del gobierno le da “pasto a la derecha” es el predilecto de quienes tratan de ocultar que éste es un gobierno de derecha. La derecha no son sólo los ejemplares precámbricos como Macri o López Murphy. También es derecha, y mucho más peligrosa, la que nos gobierna, que utiliza como propaganda la bandera de los desaparecidos, mientras profundiza la entrega y la represión. Aunque el gobierno denuncie hoy como reaccionario y de derecha a Blumberg, porque es un potencial contendiente electoral, es este gobierno, y no otro, el que le abrió sus despachos y promovió sus leyes. Aunque este gobierno hoy denuncie, carpetazo de por medio, a Juan José Alvarez, o estigmatice a Lavagna como representante de la derecha, es este gobierno, y no otro, el que los tuvo a ambos como rutilantes funcionarios todopoderosos. Si hoy son “opositores” no es porque el gobierno haya modificado el rumbo. Este es un gobierno que contiene a los ejemplares más reaccionarios del peronismo tradicional, los que votaron la obediencia debida y el punto final, los que formaron parte del gobierno de las privatizaciones y los indultos, los que siempre defendieron a policías y militares, los que siempre reprimieron.
Hoy ponen todo su empeño en parecer otra cosa, porque descubrieron que la derecha es más eficiente cuando no lo parece. Ese es el rol que cumplen los que se presentan como la “izquierda” del gobierno: darle la apariencia de “otra cosa” a los más conspicuos representantes de la derecha, y legitimar su discurso efectista. Pero no pueden ocultar que aunque hoy digan que aplauden la condena por genocidio a Etchecolatz, cada vez que fuimos a escrachar a los genocidas fueron ellos los que nos reprimieron, nos gasearon, nos dispararon. Pregúntenle al actual jefe de la policía federal, el comisario Néstor Vallecca, qué hizo el 9 de septiembre de 1998 frente al domicilio de Miguel Etchecolatz. ¿O alguien recuerda, alguna vez, una marcha por los DDHH, una movilización contra la represión, un escrache a un represor, con Kirchner, su esposa, alguno de los Fernández o cualquiera de los gobernadores e intendentes peronistas, que sistemáticamente nos reprimieron?. Por el contrario, nosotros sí recordamos al ministro Aníbal Fernández como ministro de trabajo de Ruckauf, el que firmó el decreto ordenando a las fuerzas armadas “aniquilar la subversión”, ordenando la represión y el encarcelamiento de medio centenar de desocupados, o al ministro de Ruckauf y Solá León Arslanian como defensor del corrupto menemista Víctor Alderete. Y nos acordamos que la Triple A la dirigía un ministro de un gobierno peronista, en el que estaban muchos de los que ahora quieren ser “derechos y humanos”.
Este gobierno, y no otro, es el que paga la deuda externa, el que manda tropas a Haití, el que sanciona leyes contra el pueblo, el que nos mata un pibe día por medio con el gatillo fácil y la tortura, el que usa patotas sindicales o partidarias para disolver manifestaciones de estudiantes, docentes o trabajadores, el que toca la campanita en Wall Street prometiendo “seguridad jurídica” a los explotadores, el que exhorta al imperio a ejercer un “liderazgo mundial responsable”, el que afirma en Nueva York que sigue una política económica “heteredoxa, dentro de los cánones clásicos”. Este gobierno, de derecha, es el que consigue que en nombre de una unidad sin principios lo defiendan sus propias víctimas, porque las confunde, porque las compra, o porque las convence de que hay que darle la mano al verdugo.