Como ejemplo práctico de que NO ES UN POLICÍA, ES TODA LA INSTITUCIÓN, en la primera jornada del juicio oral y público contra José Antonio Pelozo (a) El Mataguachos de Villa Fiorito, tanto en el estrado como en los pupitres de la acusación se repetían las mismas caras que protagonizaron, hace menos de un año, el juicio contra los cuatro policías que torturaron hasta la muerte al joven Diego Gallardo en la comisaría 3ª de Dock Sud, y que fueron condenados a prisión perpetua. El mismo tribunal oral nº 1, el mismo fiscal, Dr. Michelini, y en representación de Estela Velázquez, mamá de Matías Bárzola, las mismas abogadas de CORREPI, María Teresa Larramendy y María del Carmen Verdú.
El mismo tribunal oral nº 1, el mismo fiscal, Dr. Michelini, y en representación de Estela Velázquez, mamá de Matías Bárzola, las mismas abogadas de CORREPI, María Teresa Larramendy y María del Carmen Verdú que en aquella oportunidad patrocinaban a la familia de Diego. Entre el público que llenó la sala, casi todos militantes de CORREPI, asomaban en pancartas y remeras los rostros de Diego Gallardo, Matías Bárzola, Rodrigo Corzo, Jorge “Chaco” González, Marcelo Bogado, todos asesinados por el gatillo fácil o la tortura del aparato de seguridad estatal. Hasta en la lista de testigos aparecieron nombres conocidos, como los policías Isidoro Segundo Concha y Ramón Quevedo, presos desde que en noviembre pasado otro tribunal oral, el nº 7, los condenó, en esa misma sala, a 4 años de prisión por el asesinato de “Chaco” González. Ya habían apaleado a Jorge hasta causarle la muerte, pero seguían trabajando, cuando intervinieron como instructores en la causa por la muerte de Matías, donde intentaron desviar la investigación de su colega, amigo y antecesor en la comisaría 5ª de Lomas, el Mataguachos Pelozo.
Después de los lineamientos de la fiscalía y la querella, que coincidieron en anunciar que propiciarán la condena de Pelozo por el delito de homicidio en perjuicio de Matías Bárzola, de 17 años, hecho ocurrido el 3 de junio de 2003 en Villa Fiorito, cuando el pibe caminaba por la calle y el policía le disparó desde su auto, impactando la bala atrás y arriba de su oreja izquierda, y de que la defensa, obviamente, planteara que va por la absolución, comenzó el desfile de testigos. La primera en ingresar a la sala fue Estela, la mamá de Matías, que con una entereza notable relató que el 3 de junio de hace cinco años dos amigos de su hijo le fueron a avisar que le habían pegado un tiro, y luego recibió de los policías (recordemos, los asesinos de “Chaco”) una serie de versiones falsas que variaban desde el suicidio por una depresión adolescente hasta una tentativa de robo de sus zapatillas que Matías habría resistido. Contó Estela que no creyó esas historias, y se puso a “caminar el barrio, preguntando, golpenado puertas, hasta que conseguí que me fueran contando lo que pasó”. Primero sola, luego integrada a CORREPI, fue reuniendo las piezas del rompecabezas y aportándolas a la fiscalía, hasta que logró probar, con distintos testimonios arrancados al miedo que Pelozo infunde en el barrio, que esa noche el disparo vino de su Falcon café con leche, y que quien manejaba era el policía retirado.
Después de los testimonios del médico forense, Dr. Alfredo Romero, y del perito balístico Miguel Angel Agudo, que ratificaron sus informes iniciales, declaró uno de los jóvenes que el 3 de junio de 2003 caminaba junto a Matías. “Íbamos por Pérez Galdós y Recondo, los tres. Yo crucé Recondo a pedirle fuego a un señor que vende tortillas, y mientras prendía el cigarrillo el muchacho me dice ¡Mirá, mirá! y al darme vuelta ya estaba Matías en el suelo sangrando. Un auto se iba a toda velocidad. Fui a una remisería de la esquina a pedir ayuda, pero no me quisieron auxiliar. Cuando llegó el patrullero me fui a avisar a la mamá de Matías. Matías me dijo una vez que Pelozo le tenía bronca, y una vez lo corrió a los tiros con otros pibes, a uno le dio en el glúteo”. Este muchacho, L. D. R., estuvo detenido un tiempo después de la muerte de Matías, tiempo durante el cual, según declaró luego su padre, “Pelozo fue dos veces a mi casa, a preguntar cómo estaba mi hijo, si salía, cuándo salía”, a pesar que no eran amigos ni tenían otro tipo de relación.
Dos de los remiseros que la policía involucró en la falsa versión del automovilista asaltado ratificaron que, como ya lo habían declarado en la fiscalía, no tenían idea de quién era el muchacho muerto, ni dijeron jamás que antes de ser asesinado hubiera intentado robar a remisero alguno.
Finalmente, uno de los policías que compartía con Pelozo las rondas de vigilancia en el programa “Tolerancia Cero”, implementado por el intendente de Ezeiza mediante la contratación de personal retirado que patrullaba junto con personal en actividad, corroboró que no había control alguno sobre los movimientos de esos móviles, pues sólo fichaban al tomar y terminar el servicio. Por lo tanto, la tesis de la defensa de que Pelozo estuvo trabajando de 15:00 a 23:00 se desmoronó.
Mañana, viernes 4, desde las 8:30, se reanudará la recepción de testimonios, mientras CORREPI continuará movilizada, junto a las organizaciones y compañeros que siempre nos acompañan, en la puerta de los tribunales de Lomas de Zamora, Camino Negro y Larroque.