Represión en democracia (De la “primavera alfonsinista” al “gobierno de los derechos humanos”)

Correpi
02.May.09    Novedades

Publicado por Herramienta Ediciones, 256 páginas para entender por qué y cómo descargan los gobiernos su política represiva sobre los trabajadores y el pueblo. Pida su ejemplar a correpi@fibertel.com.ar o adquiéralo on line.

Represión en democracia
De la “primavera alfonsinista” al “gobierno de los derechos humanos”
de María del Carmen Verdú

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“No es un policía, es toda la institución.
No son errores, no son abusos, no son excesos.
Es la política represiva del Estado Argentino, que no cesó después de la dictadura, sino que cambió de forma, de sujetos y de discurso legitimador para adaptarse a nuevas etapas.
CORREPI, 10/12/2005, Plaza de Mayo.

En mayo de 1987, los policías bonaerenses Balmaceda, Miño y Romero fusilaron a tres muchachos que estaban tomando cerveza en una esquina del conurbano sur. En abril de 1991, en la ciudad de Buenos Aires, un adolescente, detenido en una razzia durante un recital de rock, murió tras una semana de agonía por los golpes recibidos en la comisaría. La Masacre de Budge y el Caso Bulacio, paradigmas de fusilamiento de gatillo fácil y de muerte por tortura en una comisaría, por añadidura tras una detención policial arbitraria, fueron los ejes fundacionales de un movimiento antirrepresivo que, a su vez, daría origen a la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI).

Los fusilamientos perpetrados por las fuerzas de seguridad que se presentan como falsos enfrentamientos, la aplicación sistemática de torturas a detenidos legal o ilegalmente, y las facultades policiales para detener personas arbitrariamente, son las tres modalidades básicas de una forma represiva que tiene por objetivo imponer el control social sobre las grandes mayorías que deben ser disciplinadas para que acepten, como natural, su subordinación a la clase dominante… Esta forma represiva se caracteriza por estar dirigida, sin otro criterio de selectividad que la pertenencia de clase, a los sectores más vulnerables de la sociedad, a los más pobres, y entre ellos, a los más jóvenes, que son además su mayoría. Ese criterio de selección es analógico a la selectividad del sistema penal en su conjunto, también dirigido a disciplinar, preventivamente, a quienes objetivamente están interesados en cambiar el estado de cosas, y por lo tanto, potencialmente, representan un riesgo para el sistema. Esta clase de represión “preventiva” se caracteriza por el alto grado de naturalización hacia adentro de la clase victimizada, y por la enorme invisibilidad hacia quienes no son sus habituales destinatarios…

Más del 90% de los muertos en cárceles y comisarías, de las víctimas de la tortura o del gatillo fácil, son jóvenes pobres. Sólo en pocos casos esas formas represivas alcanzan al hijo de alguna familia de clase media, casi siempre porque estaba en el lugar “equivocado”, o con la “pinta” o la actitud “equivocada”…

Junto a esta vertiente represiva que caracterizamos como “preventiva”, distinguimos la que se abate en forma selectiva sobre esos mismos sectores populares cuando ya se han organizado. La represión directa en movilizaciones (que nos ha costado más de 50 compañeros caídos desde 1995); las tareas de inteligencia; la promoción de causas judiciales sobre militantes y su consecuencia más grave, los presos políticos, constituyen la otra cara de las políticas represivas del estado, que se manifiesta con mayor intensidad en la medida que avanzan la conflictividad social y la organización popular, y que es percibida como “política de estado” con mucha mayor facilidad que la que se descarga sobre los pobres no organizados al amparo de la naturalización y el silenciamiento.

El tema de este libro es el análisis y caracterización de la forma en que se expresa, desde 1983, el dominio del estado sobre los que menos tienen a través de la represión. Si bien trataremos ambas vertientes, la “preventiva” y la “selectiva”, abundaremos más en la primera, precisamente por ser la más imperceptible y tolerada. Intentaremos demostrar la sistematicidad del gatillo fácil, la tortura, las detenciones arbitrarias, por una parte, y de la represión política, característica que conduce, inexorablemente, a la conclusión de que no se trata de otra cosa que de una política de estado.”

(Extracto de la “Introducción” a la obra).

Breves comentarios de contratapa

El libro de María del Carmen Verdú es como una liberación, porque descubre los mecanismos de la dominación. Expone hechos y razonamientos con gran claridad y los utiliza para mostrar con contundencia las trampas y encubrimientos de las diabólicas “historias oficiales”, preparadas por las policías y mantenidas por los tribunales, en el marco de la nefasta “guerra contra la delincuencia”. Desde el entendimiento cabal de la política represiva, que atrapa invariable y mayoritariamente a los integrantes de grupos sociales desfavorecidos, permite replantear la búsqueda de la libertad, que no está dada ni mucho menos y que hay que ganarla y defenderla cada día.
Ricardo Canaletti, periodista de TN-Canal 13.

Esta realidad, cuyas consecuencias sufren con mayor crudeza los más humildes, los que no bajan la cabeza, los jóvenes y todos aquellos que tienen la desgracia de cruzarse con un uniforme en el momento equivocado, es la que revela este libro. María del Carmen Verdú hace una disección apasionada de esa historia que jamás nos enseñarán en la escuela, de esos hechos que pocas veces se demuestran en los tribunales (ya que el sistema tiene sus propios anticuerpos contra la verdad) y que sólo ocasionalmente se filtran en los medios. Si uno sospecha que por algo será que la policía es lo que es, si uno presume que algo habrán hecho esos hombres de azul, aquí están las pruebas.
Rolando Barbano, periodista del diario Clarín.

Ya desde el título, el libro “Represión en democracia” pone el dedo en la llaga sobre uno de los problemas más graves de nuestra República, confesadamente alineada entre los países que se autotitulan “democráticos”. El esforzado trabajo de la autora María del Carmen Verdú, que prácticamente agota el relato y análisis de los principales hechos criminales contra ciudadanos, cometidos por efectivos de las fuerzas policiales -institución destinada a su protección-, incluye importantes conclusiones tendientes a una más real y perfecta democracia republicana. La inclusión en el título del concepto “democracia”, como el de “represión” asociada a aquél, además de su pertinencia destacada por la autora, devela lo problemático del carácter democrático de nuestra sociedad. El libro contiene riqueza casuística, importantes conclusiones y esbozo de una problemática que merece la invalorable dedicación demostrada por la autora.
Marcelo Orlando, periodista de Radio América.

Comprometida, apasionada, militante, fanática de aquello por lo que lucha y profundamente convencida de lo que hace, “la Verdú” es una abogada atípica. Difícil será ver una foto suya en un cómodo escritorio, con pisos alfombrados y libros prolijamente encuadernados a su espalda. Mucho más sencillo será encontarla entre calles de barro, rodeada de excluidos y vulnerables. “Represión en democracia” resume sólo parte de aquello por lo que no parece dispuesta a dejar de batallar.
Miguel Sintas, Telam.

El libro de María del Carmen Verdú debería llamarse Las cosas por su nombre. La función que cumple la Correpi, desde los albores del retorno a la democracia burguesa, es la de una organización social que nos recuerda, todos los días, que los crímenes del Estado existen, aunque se los trate de ocultar bajo la alfombra de la libertad de empresa (“libertad de prensa”, según la versión de los medios mentirosos). Los asesinatos cometidos por el aparato estatal, desde el 10 de diciembre de 1983 a la fecha, suman 2.560. Cerca de la mitad de las víctimas, 1.067, murieron desde que asumió el gobierno que presume de ser “el de los derechos humanos”.

Todos nos hemos ido conformando mientras escuchábamos recitar el poema del “Nunca más”. La Correpi, y Verdú, nos recuerdan que la canción del poder dice “Todavía seguimos”. Y esa continuidad significa represión, detenciones arbitrarias, gatillo fácil, tortura seguida de muerte. La Masacre de Ingeniero Budge, ocurrida en mayo de 1987, marcó el comienzo del “gatillo fácil” en la consideración de la prensa argentina. Verdú nos recuerda en su libro que antes, en junio de 1985, había ocurrido la Masacre de Villa Albertina, cometida, como la de Budge, por las fuerzas policiales. Y va mucho más atrás. Nos habla de la Liga Patriótica, nos remonta a los asesinatos durante la llamada Semana Trágica, en los comienzos del siglo pasado y en el marco, también, de un gobierno constitucional.
Lenin ya había hablado, antes de la revolución de 1917, de la necesidad del poder de crear fuerzas armadas (policía y ejército), separadas del pueblo, para someter a los pueblos. Gastón Gori, en su libro “Vagos y malentretenidos”, desmenuza la ley represiva en la Argentina, cuyos inicios se remontan a la época de la colonia, siempre destinada a tener a los pobres como blanco permanente de las normas jurídicas dictadas y aplicadas por el poder real y sus agentes. Una historia que tiene continuidad en el país y que Verdú, y Correpi, vienen denunciando como nadie lo hace. Nos recuerdan a diario que los derechos humanos se defienden todos los días, todos los meses, todos los años.

Carlos Rodríguez, Página/12.