ACTO FALLIDO, DISCURSO QUERIDO

22.Abr.01    Documentos y Comunicados

La Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires aprobó una declaración propuesta por el diputado Jorge Enriquez en “HOMENAJE A POLICIAS CAIDOS EN CUMPLIMIENTO DEL DELITO”.

“Un acte manqué est un discours réussi” (Lacan)

Permanentemente estamos expuestos a las manipulaciones discursivas que por vías diversas procuran generar consenso y, por ende, relegitimar las políticas del sistema. En lo que ese discurso oficial ha entronizado como tema casi excluyente, la “inseguridad ciudadana”, se advierten dos líneas, en apariencia y forma distintas, pero que convergen a la hora de procurar la implementación de políticas represivas. Frente al discurso francamente autoritario de los que propagandizan la mano dura, la tolerancia cero, la ventana rota y otras estrategias directamente importadas de los “think tanks” de Manhattan, y que se sintetizan en el hay que meter bala, se alza otra modalidad discursiva adornada con ropaje democrático, políticamente correcto, que ensalza las virtudes de la participación ciudadana en la gestión de políticas de seguridad, la cooperación comunidad-policía, y otras formas de inversión del paradigma represivo.
Estos últimos planteos, que usan la falacia de que es necesario balancear las garantías individuales y el respeto a los Derechos Humanos con el clamor de la población por más seguridad, confluyen, a pesar de su pretendida diferenciación con las posturas manoduristas, en idénticas propuestas –y concreciones- de endurecimiento del sistema penal y criminalización de la pobreza, avances represivos que por otra parte no contribuyen siquiera tangencialmente a resolver los problemas rotulados como de inseguridad.
Por nuestra parte, sabemos –y podemos probar con datos corroborados- que el directo resultado de las llamadas “políticas de seguridad”, sean de mano dura o de mano dura con discurso pseudogarantista, es el incremento de muertes, de civiles y –también- de policías.
Dentro de los infinitos matices que adoptan los discursos oficiales, es recurso común apelar –con más o menos invocaciones a la democracia, la Constitución y las leyes- a reconocimientos y homenajes póstumos a policías. Cual estado en guerra que honra a sus combatientes “caídos para que la Patria viva”, cada tanto se proponen y realizan actos o se formulan declaraciones de reinvindicación pública a quienes murieron o fueron heridos “en la trinchera de la guerra contra el delito”.
No se analiza en esos homenajes si muchas de esas muertes no serían evitables con apenas un poco de profesionalismo y respeto por la vida, a pesar de que cotidianamente se comprueba que las más de las veces las bajas se producen por ausencia de elementales recursos materiales como chalecos antibala, o por negligencia, impericia o ineficiencia policial. Mucho menos se proponen similares reconocimientos a los centenares de trabajadores que caen en cumplimiento del deber en oficios o profesiones que no contemplan el riesgo de vida entre las obligaciones asumidas, como es el caso de los obreros de la construcción que con inusitada frecuencia mueren en sus lugares de trabajo porque para las empresas es más rentable pagar la mísera indemnización tope fijada por las ART que contar con efectivas medidas de seguridad en las obras.
Tampoco tenemos noticias de que exista una preocupación equivalente por exponer y castigar a los miembros de las fuerzas de seguridad que, además de cumplir al pie de la letra con sus obligaciones represivas exigibles, cometen delitos comunes. Es público y notorio que en cada repartición nacional o provincial existen cotos de recaudación privados, de forma tal que la División Robos y Hurtos roba y hurta, Defraudaciones y Estafas defrauda y estafa, la Brigada de Narcotráfico narcotrafica, etc.
A veces, y a pesar del esfuerzo puesto en formular el discurso “democrático” que algunos sectores reclaman antes de endosar el cheque en blanco al aparato represivo, el subconsciente mete la cola y revela el verdadero trasfondo oculto por su cuidadoso y prolijo autor. Freud decía que nada es insignificante, en particular no lo es aquello que se tiene la costumbre de considerar tal: los sueños, los lapsus, los olvidos. Esos son también hechos psíquicos, y como los otros tienen un sentido, a veces más real que el manifestado.
La Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires aprobó, el 10 de abril de 2001, la declaración nº 42/01, propuesta por el diputado de la Alianza Jorge Enriquez, viejo conocido de la CORREPI debido a su constante prédica represiva no tan disimulada. Se trata de una solicitud al Poder Ejecutivo para rendir homenaje y reconocimiento a los policías federales muertos o heridos en ejercicio de sus funciones. Avido por no demorar la votación, Enríquez pidió que su discurso de fundamentación fuera incorporado directamente a la versión taquigráfica de la sesión. Su texto completo puede consultarse en la página http://www.legislatura.gov.ar/. Claro que en el apuro no advirtió que el título confirma aquello de que a confesión de parte, relevo de prueba. Fallida y queridamente, dice: “HOMENAJE A POLICIAS CAIDOS EN CUMPLIMIENTO DEL DELITO”.