Boletín informativo nº 777
1. La política de impunidad de CAMBIEMOS.
2. El asesino de Paniagua en libertad.
3. Llega el juicio por Javier y David.
4.No CAMBIEMOS el gatillo.
5.Compañera Lohana: ¡Nos vemos en la lucha!
La política de impunidad de CAMBIEMOS.
El martes 2 de febrero se desató la polémica a partir de las declaraciones del Jefe de Gabinete de Ministros, Marcos Peña, tras finalizar la reunión del Gabinete nacional. Desde temprano, diversas figuras públicas, en redes sociales y medios digitales, manifestaron su repudio a que el funcionario se refiriera a los despidos de trabajadores estatales como un proceso de reorganización.
Más tarde, el diario La Nación y a partir de él, varias agencias de noticias que levantaron el cable- sería el encargado en bregar por su defensa, desmintiendo el contenido de la denuncia en contraste con el audio original. Si bien es cierto que el audio no aparenta reproducir la frase en forma literal, lo curioso es que el vocero del gobierno de Macri no la desmintió, pese al brutal contenido histórico y simbólico que implica una cita de tan clara identidad con la última dictadura cívico militar en Argentina.
Con seguridad, para el gobierno debió ser suficiente la cortina que levantó La Nación, autora de aquella inolvidable editorial publicada al día siguiente de que Macri se consagrara presidente en el balotaje, en la que retomó su histórica posición de abono a la impunidad de los genocidas, y que revivió con definición el concepto de guerra sucia como antesala a la teoría de los dos demonios. Por si quedan dudas, cualquier lector/a interesado/a en profundizar esta perspectiva puede acercarse de lunes a viernes al Archivo General de la Nación, a revisar las editoriales de ese diario durante la última dictadura.
Por lo pronto, estamos convencidos que un mero contraste de audios no es bastante para opacar la realidad de los hechos, demostrada cualitativamente en materia de dichos y demostraciones por la propia cartera de funcionarios PRO. Basta recordar las nefastas declaraciones del actual ministro de Cultura del GCBA, Darío Lopérfido, quien refiriera, en clara provocación, que 30 mil desaparecidos es una mentira que se inventó en una mesa para recibir subsidios, y el guiño devuelto a la editorial antes mencionada con la reunión realizada entre el secretario de DDHH de la Nación, Claudio Avruj, y el CELTYV (Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas). Como si fuera poco, a torta completa llegó la frutilla, con la defensa de Lopérfido de la mano de la reconocida referente de la organización reaccionaria AFyAPPA (Asociación de Familiares y Amigos de los Presos Políticos de la Argentina), quien afirmó que “es una mentira que la cantidad de desaparecidos fue 30.000″.
Repudiamos la clara y pública inclinación del gobierno nacional y los integrantes de la alianza Cambiemos hacia las políticas de impunidad, y manifestamos todo nuestro apoyo y solidaridad a los organismos de Derechos Humanos que se pronunciaron al respecto, en particular con las declaraciones de público conocimiento que elevó nuestra compañera Nora Cortiñas, integrante de la asociación Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, quien pidió la renuncia de Lopérfido a su cargo como funcionario.
Los delitos de lesa humanidad no tienen prescripción. Se reafirman toda vez que pasan los días y la persona no aparece.
Por la memoria y la lucha de nuestros 30.000 compañeros y compañeras detenidos desaparecidos, levantamos nuestras banderas como parte del Encuentro Memoria Verdad y Justicia, esas que hace veinte años afirman: no olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos.
En nuestro último boletín escribíamos sobre un nuevo caso de gatillo fácil en Villa Fiorito, un barrio donde abundan los tiros policiales, en el que varias familias de chicos fusilados por policías a lo largo de los años decidieron dar la lucha contra la represión organizadas en CORREPI.
Comentábamos que en este caso, como en tantísimos otros, el asesino de uniforme cuenta con el beneficio de una defensa gratuita, pero con abogado particular, a través de los abogados de la Dirección de Asuntos Jurídicos del Ministerio de Seguridad, que rápidamente se ocupan de que el camarada en apuros tenga la garantía institucional de la impunidad, o, al menos, pase el proceso lo más tranquilo y cómodo posible, en su casa.
La semana pasada, a pesar de que todavía falta recibir los resultados de buena parte de las pericias, y aunque hay testigos oculares que no declararon, el policía federal asesino, Martín Argüello, que fusiló a Esteban Paniagua el 3 de enero, fue puesto en libertad por el juez de garantías de Lomas de Zamora, Gabriel Vitale.
De manera bien diferente a lo que sucede cuando el acusado no lleva uniforme, incluso por delitos mucho más leves que un homicidio (no por nada las cárceles están superpobladas de presos sin condena), la fiscal Viviana Giorgi no pidió que la detención se convierta en prisión preventiva, y el juez dijo que la posibilidad que el imputado permanezca en libertad no impedirá el avance de la investigación ni la incorporación de prueba restante, por lo que los peligros procesales y entorpecimiento probatorio original han disminuido.
En este sistema que se basa en el robo (de la fuerza de trabajo, de las distintas identidades, de la niñez, de los derechos más elementales, de la dignidad, de la vida) los que disponen en la calle inocencia o culpabilidad y qué pena aplicar, son los uniformados, quienes a su vez ostentan el patrimonio de todos los grandes delitos organizados.
La familia de Esteban, con CORREPI, seguirá pugnando por condena, tanto dentro como fuera de los tribunales, y denunciando la nada novedosa complicidad judicial, recurrente cuando los imputados llevan uniforme.
Llega el juicio por Javier y David
En el número anterior del boletín también nos referimos al fusilamiento de Marcelo Javier Alarcón y David Heber Orlando Vivas, que ocurrió la mañana del 3 de marzo de 2013, por mano de Alfredo Alberto Veysandaz, subcomisario de la 1ª de Quilmes. Como todo gatillo fácil, el crimen no se agotó en el asesino apretando el gatillo, sino que siguió con una serie de muestras de apoyo institucional a su accionar: adulteración de pruebas, aprietes a testigos, encubrimiento.
Pero la organización y lucha en las calles y la presión en los tribunales logró que lleguemos a un juicio donde se va a juzgar a Veysandaz por triple homicidio: dos consumados contra Javier y David y otro en grado de tentativa sobre Marcelo Claudio Lúquez, un tercer pibe que sobrevivió.
Para difundir la denuncia de la política de seguridad asesina que mata a nuestros pibes, y convocar a acompañar masivamente el juicio, venimos realizando actividades de todo tipo en Quilmes.
Queda una semana, y te invitamos a sumarte, el sábado 13 de febrero, a partir de las 17:00, al Festival Antirrepresivo en la plazoleta frente a la Estación Quilmes (Alsina e Hipólito Yrigoyen).
Y el miércoles 17 de febrero, a las 8:30, te esperamos para hacer el aguante durante la primera jornada del juicio, en Av. Irigoyen 475, Quilmes.
El 7 de febrero, en Guaymallén, Norma Noemí Ríos (36) fue degollada por su marido, el efectivo militar de Puerto Belgrano Luis Álvarez, delante de la hija de ambos, de 16 años.
También en Guaymallén, pero el 4 de febrero, la policía persiguió a un hombre de 28 años que había robado una camioneta. Cuando lo alcanzaron, le dispararon en la pierna, y esperaron que se desangrara. El gobernador radical mendocino (Alianza Cambiemos) Alfredo Cornejo, se regocijó por Twitter: Felicito al policía que cumplió su deber, escribió.
El 22 de enero, la policía cordobesa perseguía dos pibes de 17 años en el barrio Marqués Anexo. Santino Cabanilla, de un año y 9 meses, recibió un disparo en el pecho, que lo mató, cuando estaba de la mano de su papá, en la vereda.
El 19 de enero, en La Plata, un policía que iba en moto fue interceptado por dos chicos que lo trataron de asaltar. Él mismo declaró que simuló darles la moto, para sacar su reglamentaria y empezar a los tiros. Uno de los chicos, de 24 años, murió en el acto.
En Ituzaingó, el 13 de enero, otro policía resistió un robo, esta vez en su casa. Vació su cargador sobre tres jóvenes cuando intentaron huir. Uno cayó muerto con tres disparos.
El mismo día, en Rosario, creció la cuenta de femicidios azules: un policía mató a tiros a su pareja, Graciela Menna.
En el hospital Regional de Santiago del Estero, el 15 de enero murió Julio Ricardo Ávila. El día 9 había sido internado con golpes graves en la cabeza, fractura de cadera, desprendimiento de médula ósea y daños en órganos vitales, consecuencia de una paliza policial en la comisaría 4ª.
También en Santiago del Estero, el 3 de febrero, se mataron entre ellos: el oficial inspector Christian Ezequiel Carrizo (28) recibió un disparo de pistola calibre 9 milímetros efectuado por su compañero, el oficial subinspector Franco Albornoz, en el interior de la comisaría donde ambos prestaban servicio.
El día anterior, en la Avenida General Paz, a la altura de Villa Devoto, un empleado de una empresa de seguridad mató a otro mientras circulaban en un móvil de la empresa FPI. La explicación: el tirador tuvo un ataque de hipoglucemia y se le escapó el tiro
En Berisso, el 18 de enero, un policía de 49 años, de la Bonaerense, se presentó en la vivienda de su expareja, que hacía tres meses convivía con otro policía. El nuevo novio disparó un tiro en el pecho y otro en la cabeza del ex.
Éstos son apenas algunos ejemplos de las decenas de casos que se fueron sumando al Archivo en las últimas dos o tres semanas. No sólo no cambiaron el gatillo. Lo aceitaron, y está cada vez más fácil.
Compañera Lohana: ¡Nos vemos en la lucha!
Corrían los primeros años de la década del 90 cuando conocimos a Lohana Berkins. El caso Bulacio era reciente, y el debate sobre las detenciones arbitrarias estaba sobre la mesa. En esa época, el eje eran los edictos policiales y la detención por averiguación de antecedentes (Doble A), esas fabulosas herramientas de control social, recicladas en los años siguientes, por sucesivas camadas de progres, como código contravencional y detención para averiguar identidad (DAI).
Como activista trans, Lohana sabía bien la importancia que tenía poner en pie la resistencia a ese arsenal represivo que faculta a las policías a detener a cualquiera sin otra excusa que su decisión de hacerlo. Por eso, esos primeros años transcurrieron con marchas, manifestaciones, charlas y talleres compartidos, donde señalábamos que no se trataba sólo de cuidarnos de una detención arbitraria, sino que muchas veces esa circunstancia era la puerta de entrada no sólo a la comisaría, sino a la tortura y la muerte.
La calle fue, sin dudas, el lugar donde más a menudo confluimos con Lohana. Como más adelante, cuando para legitimar la conversión de los edictos en el código de convivencia urbana, se descargó una brutal campaña contra las personas en estado de prostitución y las personas trans, estigmatizadas como factor central de la inseguridad ciudadana. Al hostigamiento y la persecución constante, opusimos más movilización popular, como los escraches a la emblemática comisaría 23ª de Santa Fe y Gurruchaga, cuyo jefe, el comisario Blanco, aprovechaba la volteada para echar de las calles del barrio a quienes consideraba competencia de las mujeres y niñas que él sometía a la explotación sexual en los distinguidos privados que regenteaba en todo Palermo.
Compañera insumisa y frontal como pocas, solidaria y dueña de un inacabable sentido del humor, no te fuiste sin dejar una profunda huella.
Nos seguiremos viendo, compañera Lohana. En la lucha, siempre.
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