DECLARACIÓN SOBRE EL 26/6/02

30.Jun.02    Novedades

Declaración Pública de CORREPI ante los hechos del 26 de junio de 2002 en Puente Pueyrredón

Ante los hechos ocurridos el miércoles 26 de junio de 2002, decimos:
1.- La represión en Avellaneda estuvo precedida por mensajes amenazantes desde los más altos niveles del poder político nacional respecto de la intolerancia que habría a cualquier intento de corte de ruta o similar, y por acciones concretas tendientes a fortalecer el aparato represivo y dotarlo de comando único. Alertamos sobre estos mensajes ya desde el ANTIRREPRESIVO de mayo, y en sucesivos Boletines, entendiendo que una fuerte escalada represiva atacaría los sectores populares más confrontativos con el sistema, y reafirmamos nuestra posición de que la única respuesta que el pueblo no podía dar era el repliegue y la desmovilización. Se nos argumentó que la debilidad política del gobierno de Duhalde no le permitía el costo de un incremento represivo a sangre y fuego. Respondimos que la realidad muestra que el aparato represivo es el único sector del estado que crece día a día. También advertimos que las campañas mediáticas contra la “inseguridad” eran parte de la búsqueda de consenso en la sociedad, de manera que al relegitimar a las fuerzas de seguridad la próxima represión fuerte a la protesta social “pasara” sin reacciones populares.
2.- El operativo monstruo multifuerza del 26/6 coordinó tres agencias nacionales (policía federal, gendarmería y prefectura) y una provincial (policía bonaerense), sin dudas bajo la dirección unificada del gobierno nacional, ya que es impensable que los efectivos federales se subordinaran a los bonaerenses. En todos los cortes los efectivos eran de las cuatro fuerzas, pero tal como lo previmos, la represión masiva fue focalizada en el Puente Pueyrredón, que reune las características de ser el lugar de mayor concurrencia de manifestantes y donde hegemonizaban los sectores a estigmatizar como “los violentos”. Si el objetivo hubiera sido garantizar la circulación de personas y vehículos, bastaba con liberar al tránsito los otros 11 cortes, menos nutridos, y limitar la efectividad piquetera a un solo corte exitoso en un puente que no es clave para el ingreso o egreso a la ciudad, ya que en la zona sur abundan los accesos alternativos.
3.- Junto al operativo de intimidación previo y al operativo de represión del 26/6 se planificó otra operación, esta vez de prensa. El 95 % de los medios de comunicación se alinearon junto al gobierno el día después, señalando la existencia de “internas piqueteras”, dando pleno crédito a la versión oficial (”no usamos otras armas que postas de goma y tonfas”, “escuchamos disparos de armas de grueso calibre que no llevábamos nosotros”, “nos agredieron a propósito”, etc.). Se instaló a través de casi todos los comunicadores sociales que los manifestantes destruyeron sistemáticamente comercios pequeños y automotores, y que “se mataron entre ellos”. Se logró un rápido y uniforme consenso que legitimó el accionar de las fuerzas de seguridad, incluso frente a vidrieras de bancos extranjeros rotas, lo que desde hace seis meses es presentado por los mismos medios como la justa respuesta de los ahorristas defraudados en su confianza y expoliados de sus dineros, pero que hecho por la clase obrera apareció como señal inequívoca de “irracional violencia”.
3.- Repitiendo la maniobra de De La Rua luego del 20 de diciembre, el gobierno salió a denunciar un complot para desestabilizarlo, y a través del ministro de justicia Vanossi se pidió al procurador Becerra investigar a los dirigentes de las organizaciones convocantes por la posible violación a la ley de defensa de la democracia. Como vocero oficial de los hechos eligieron al mismo comisario que luego sería identificado como autor material de uno de los homicidios. Mientras tanto, Lavagna quizás agitaba en Washington el fantasma de la posible subversión si la miseria sigue aumentando, (y de lo efectivo que es el gobierno para poner en caja a los que protestan) como argumento para conseguir prórrogas a los vencimientos de este año de la deuda.
5.- Simultáneamente, y a pesar de la prescindencia -en el mejor de los casos- de los sectores gremiales burocráticos y de desocupados “no violentos”, el mismo jueves por la tarde una multitud de 30.000 a 50.000 personas -según la fuente- dio la mejor de las respuestas a la represión, movilizándose en ese marco de macarthismo instalado.
6.- Para antes del inicio de la marcha, ya teníamos certeza de cómo había muerto Darío Santillán y los medios de comunicación empezaron a dar la vuelta campana: confrontados con las fotos independientes que su autor puso en nuestras manos y con el material que ellos mismos deliberadamente tergiversaron u ocultaron el jueves 27 (caso Grupo Clarín y Crónica TV), tuvieron que titular lo contrario al día siguiente. Si, como dijo Página/12, “El Gobierno quedó en ridículo con sus acusaciones a los piqueteros”, todos los medios también. Ni uno ni otros “se equivocaron inocentemente”, ni “creyeron mentiras de un policía malísimo”. Simplemente, se les estropeó el estofado y se quemaron con la salsa que habían preparado.
7.- Ante el fracaso de su “plan A”, pusieron en marcha el “plan B”, rotando la autoría del complot a “la interna policial”, la “interna peronista”, “la mano negra de Menem”, etc. El presidente Duhalde habló de “atroz cacería” y comparó los hechos con el asesinato de José Luis Cabezas y el 20 de diciembre, que según su interpretación y la de De La Rua respectivamente, fueron operaciones montadas para desprestigiarlos y apartarlos del poder. El gobierno nacional le tiró la papa caliente al gobernador Solá y su policía (total, ¿qué le hace una mancha más al tigre?), intentando incluso ahora la historia del “loquito suelto”, el comisario enojado porque lo habían lastimado en el cuello. Sin embargo, tenemos pruebas de que no sólo la policía provincial usó proyectiles de plomo, y que no sólo en la estación Avellaneda se disparó a matar. También tenemos información verificable de patrulleros desde los que se apedrearon comercios minoristas y autos, y de aportes extraordinarios de insumos médicos al hospital Fiorito, que hacía meses no recibía ni una curita, como si tuvieran que preparse para ser desbordados de heridos. .
8.- De todo lo anterior se desprende que este no fue un ataque específico a una organización, sino al conjunto de los sectores más avanzados en su enfrentamiento con el sistema, lo que incluye a los compañeros de la Coordinadora Aníbal Verón, mediante una gran operación político-mediático-militar que religitimara el aparato represivo del estado y estigmatizara un amplio espectro popular.
9.- CORREPI se siente incluida en ese sector popular, y por eso estuvimos y estamos donde teníamos que estar, realizando nuestro compromiso con la lucha popular. A partir de nuestra presencia en la calle, en las comisarías, en el hospital, y gracias a la confianza que nos tuvieron tanto las víctimas como quienes nos acercaron las pruebas que hemos hecho públicas, pudimos contribuir al desenmascaramiento de la mentira, pudimos exponer la maniobra oficial, y decirle ASESINO al ASESINO, REPRESOR al REPRESOR y MENTIROSO al MENTIROSO.
CORREPI - Buenos Aires, 30 de junio de 2002.-