OTRA NOCHE EN VILLA DORREGO: El asesinato de Juanchi
La oscuridad ha vuelto a caer sobre Villa Dorrego. Mientras los “comunicadores sociales” discuten acaloradamente si es suficiente o no el poder que tiene, la policía vuelve a escupirnos en la cara.
En estos tiempos que corren la falta de efecto mediático ante la muerte de un joven sorprende, teniendo en cuenta las enormes repercusiones que tienen las muertes de la policía. Parece ser que a los miembros de la policía, las armas que portan, tanto cuando están de servicio o como de civil, no los protegen lo suficiente, por lo cual deben reclamar leyes aún mas severas, como si no fuera severísimo el ojo por ojo que cargan a la cuenta de los jóvenes provenientes de las barriadas de la capital y del conurbano bonaerense.
Seguramente parecerá para muchos solo un dato anecdótico, otro caso en más de quinientos veinte y tantos, pero para su familia y amigos no será así. Se llamaba Juan Francisco Martínez, o Juanchi o el Negro; estudiaba en la escuela nocturna del barrio; un joven promedio, pasaba sus días haciendo changas en alguna obra que salía, o bien juntaba algunos pesos ayudando en la casa, nada serio, pero es así en la mayoría de los jóvenes que viven en los suburbios pobres del Gran Buenos Aires. Un joven más sin futuro, en un país cada vez más sin futuro y también sin jóvenes.
A las nueve de la noche del viernes 26 de marzo, salió rumbo al colegio, por esos días no tenía aún profesores, así que no iba a clases, pero al poco rato se volvía a su casa; la ida servia para pasear y conversar un poco o bien jugarse una partidita de truco con los amigos.
A las tres de la mañana, unos vecinos avisaron en su casa que había sido herido, y que lo fueran a buscar a la comisaría , pero para la hora en que comunicaban esto, Juanchi ya estaba muerto.
A la medianoche del viernes, fue a la casa de un vecino en busca de un remise, al no conseguir coche volvió hacia la casa de su amigo Beto, y al ingresar a la propiedad murió de un balazo en la sien.
El aparato de encubrimiento con que cuenta la policía no podía dejar de funcionar con su rapidez ejemplar, inmediatamente las difamaciones comenzaron a convertir a la víctima en culpable, según algunos vecinos y las primeras investigaciones de la policía resultaba ser que Juanchi había ido a robar, que lo persiguió la policía y lo mato al tratar de huir, argumento por demás usado por la policía para tratar de justificar las muertes de los jóvenes; resulta mas sorprendente las palabras del comisario Stambuly a cargo de la seccional: “en veinte días se lo resuelvo, ya casi se lo tenemos, ha sido una persona del barrio que ya tenemos identificada, pero quédese tranquilo que no fue nadie de aquí adentro”, se jactaba soberbio ante el padre.
Serán estos consejos productos de la fe ciega en los “métodos científicos” que utiliza la policía para investigar, o tal vez su terrible intuición para encontrar siempre a alguien dispuesto, luego de salvajes golpizas, a declararse culpable.
Será acaso que quieren obviar a la figura de Beto Cruz, aquél que estaba esperando que Juanchi volviese con el remise.
Los Cruz (padre y tres hijos) pertenecen todos a la policía bonaerense y tienen un nefasto pasado de muerte en el barrio.
En el año 94, luego de una riña provocada por Beto, su hermano Gustavo terminó con la vida de Jorge Torres, un vecino que vivía a pocas cuadras de la casa de Juanchi , al dispararle un balazo en la sien. Por este homicidio Gustavo, contando con el apañamiento judicial, fue condenado por homicidio simple a once años de prisión. Esto muy a pesar de las pericias psicológicas que rebelaron su patología por imitar en todo a su hermano mayor Beto, a pesar de los esfuerzos por una condena que abarcase al instigador y al ejecutor. Sólo Gustavo Cruz fue condenado.
A pesar que Juanchi fue asesinado en la casa de los Cruz, estos misteriosamente no fueron detenidos, y según las palabras del mismo comisario Stambuly y tal como el padre de Juanchi lo pudo comprobar personalmente, Beto de ahí en más desapareció misteriosamente de su casa y del barrio.
El nefasto destino familiar de los Cruz se vuelve a entrecruzar con la muerte de otro joven ajusticiado impunemente.
La movilización que proponen los padres y hermanos, tíos y primos, amigos y los compañeros de colegio de Juanchi, espero sirva para abrirle los ojos a una justicia cada vez más ciega, y para que el próximo designio asesino de la familia se cumpla en prisión y no en Villa Dorrego.
Javier Merino - CORREPI MATANZA (profesor de Juanchi)